Dylan, con rapidez y de manera educada, dijo:
—Está bien, mami, no te preocupes por mí. Ve y descansa.
Rubí asintió suavemente.
—Está bien.
De regreso en su habitación, pensó que, si algún día se iba, Dylan sería lo más difícil de dejar atrás. Ya no podría cuidar de un niño tan dulce y encantador como él.
Después de dar vueltas en la cama mientras su mente divagaba, al fin se quedó dormida. Cuando despertó, ya eran más de las dos de la tarde. Encendió su teléfono y vio varias llamadas perdidas: dos de Dan, tres de Emily y un mensaje de Marcus.
Antes de dormir lo había apagado, y no esperaba encontrarse con tantas llamadas. Tras respirar hondo, revisó primero el mensaje de Marcus. Solo decía: “¿Dylan me extrañó?”
Rubí frunció el ceño. ¿Qué significaba eso? Marcus podía llamar directamente a Dylan si quería; ¿realmente era necesario preguntarle a ella? Un instante después, comprendió: en realidad no preguntaba por Dylan… sino por ella.
¡Hmph! No esperaba que Marcus fuera así. Respondió