En ese momento, Barrington Manor parecía ser el lugar más seguro para ella. Rubí no tuvo tiempo de reflexionar demasiado; si no fuera por lo urgente de la situación, tal vez habría analizado mejor sus opciones… y quizás todo lo que sucedería después habría sido distinto. Pero ya era tarde.

Rubí dejó de dar vueltas para despistar al coche que la seguía. En su lugar, aceleró con decisión, aunque sin descuidar la seguridad, decidida a llegar cuanto antes a Barrington Manor. Gracias al impecable rendimiento del Bugatti, poco a poco logró perder de vista al vehículo que la venía siguiendo.

Cuando se aproximó al pie de la colina donde comenzaba la propiedad, la reja automática reconoció su coche con un pitido y se abrió sin necesidad de que ella se detuviera. Dos guardias apostados a la entrada se inclinaron respetuosamente al paso de su automóvil. Solo entonces, Rubí soltó un pequeño suspiro de alivio.

El camino hacia la cima era ancho, bordeado de naturaleza, y el entorno estaba envuelto