003

Bajo la cálida luz de las lámparas decorativas arriba, lo primero que Emalyn notó fue cómo sus ojos encarnaban el tono más hermoso de gris y azul.

Lo segundo fue su altura. Con su estatura de 5'4 pies, no se consideraba para nada una persona baja, sin embargo, pegada contra su pecho, la parte superior de su cabeza apenas alcanzaba su línea de la mandíbula.

Lo siguiente que notó—que quizá debió ser lo primero que notó—fue la manera en que el calor subió por la parte trasera de su cuello en el instante en que tomó su apariencia.

Hombros anchos, un peinado oscuro y desordenado, cejas gruesas y definidas y una barba bien cuidada.

Parecía la versión de libro de texto de Adonis y por un segundo, olvidó cómo respirar—luego recordó, conteniendo un jadeo cuando se dio cuenta de lo poco que los separaba.

Con el corazón en la garganta, instintivamente intentó hacerse hacia atrás, pero el agarre del desconocido se apretó—firme, no brusco, sólo lo suficiente para mantenerla en su lugar mientras el calor se filtraba por sus dedos, a través de la tela de su sudadera con capucha y dejaba su piel hormigueando debajo.

Culpó al alcohol por una reacción tan extraña y se obligó a hablar.

“Yo… lo siento.” Sus palabras salieron arrastradas y disparejas—otra culpa más del alcohol. “No estaba… mirando.”

“Claramente,” dijo él en un latido—agudo y directo, tomándola por sorpresa.

Al segundo siguiente, sus manos soltaron su cintura, dejando un rastro fantasma a lo largo de la línea de sus caderas al caer a su costado.

Tratando de ignorar la desaparición repentina del calor, finalmente dio un paso atrás e intentó otra disculpa.

“Lo siento.” Sus palabras salieron limpias y completas esta vez.

Pero en vez de responder, los ojos del desconocido se deslizaron hacia la barra donde se encontraban varios de sus vasos de shots, luego hacia el bartender que visiblemente se encogió bajo su mirada, y luego de vuelta a ella.

Un escalofrío inconsciente recorrió su columna mientras él observaba, dándole ese tipo de mirada que parecía atravesarla, evaluando su estado patético y destruyendo la última pieza de su dignidad.

“Es claro que eres de poco aguante,” dijo, el juicio en su tono casi provocando que ella se estremeciera. “Deja de beber.”

Emalyn entreabrió los labios, pero antes de que pudiera hablar, una voz llamó a lo lejos. “¡Al! ¡Vamos!”

La mirada del desconocido viajó por encima de su hombro, luego volvió a ella. Sus ojos se quedaron—mucho más de lo que deberían.

Lo suficiente como para hacer que su corazón diera un salto… para hacerla sentir vista.

“Ten cuidado,” dijo y sin otra palabra, se hizo a un lado y pasó junto a ella, dejando un rastro de Bergamota y Ámbar a su paso.

Lentamente, el ruido del bar regresó, llenando el espacio a su alrededor con música, charlas y el tintinear de las copas.

Pero ella permaneció quieta, mirando como en un trance el lugar donde el desconocido había estado.

“...Señorita… ¡Señorita!” La voz del bartender la sacó del embobamiento en el que había caído.

Parpadeó lentamente y se giró hacia él—culpando mentalmente su lentitud a los efectos del alcohol.

“¿Sí?”

“¿Está bien?”

Ella volvió a parpadear, esta vez como si él hubiera hecho la pregunta más rara, pero en vez de responder, miró hacia atrás.

Incluso en el bar abarrotado, lo vio de inmediato—una sudadera de cierre cuarto con las mangas arremangadas hasta los codos, pantalones negros a medida y una altura que gritaba ‘mírame’.

Inconscientemente, sus ojos se quedaron, siguiéndolo hasta que entró en una silla en la sección VIP protegida por guardias.

Aun así, no apartó la mirada—como si estuviera hipnotizada, se sintió obligada a observar. Sólo cuando él levantó la vista y encontró su mirada, ella rápidamente miró hacia otro lado.

“Baño,” murmuró, recordando de golpe por qué se había levantado. “El baño, ¿en qué dirección está?” le preguntó al bartender.

Él señaló una dirección y con un asentimiento y un “gracias” ella caminó en línea recta hacia el baño, ignorando las miradas que sentía clavarse en su espalda.

༺✦༻

El agua fría del grifo fue una buena forma de despejarse.

Una sola salpicadura fue suficiente para que el cerebro de Emalyn sintiera como si hubiera sido reiniciado.

Cerrando el grifo, se quedó mirando su reflejo en el espejo.

Parecía un desastre—rímel corrido y ojos rojos. Su estado patético parecía un disfraz de Halloween. O quizá como una mujer cuyo novio acaba de engañarla.

O tal vez ambas cosas. Y ese dios griego de belleza lo había visto—¡en 4K y de cerca!

Sus mejillas ardieron de vergüenza. Apretó los bordes del lavabo y justo cuando contemplaba estrellar su cabeza contra él, sintió su teléfono vibrar en el bolsillo.

Sacando el dispositivo, fue recibida por una oleada de mensajes y llamadas perdidas—todas de Ethan.

Sin embargo, de las dieciséis, un mensaje en particular hizo que sus cejas casi se fruncieran.

[Emalyn, ¿dónde estás? Hablemos.]

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