Permanecí en ese lugar un par de horas, hasta que decidí salir. Subí a la camioneta del convento y me puse en marcha. Roman había estado llamando insistentemente, pero al menos me dio mi espacio y no vino hasta aquí para buscarme; sin embargo, estaría bueno que lo hiciera.
En ese momento, otro llamaba entraba, y cuando vi su nombre en la pantalla, sonreí por instinto para después contestar.
— Hmm — Solo eso di como respuesta.
— ¿Cómo que hmm? ¿Has visto la hora, pajarita? Ya se hizo noche y aun no estás aquí — manifiesta.
— Estuve en el refugio — respondí —, pero ya estoy en camino. Nada que tus hombres no te hayan informado.
Porque sí, era conscientes que los hombres de Roman me custodiaban.
— ¿Cómo quieres que te espere? Vestido de sacerdote para bendecirte o completamente desnudo en tu diminuta cama — dice, y no puedo contenerme a soltar una carcajada que sale de mi alma.
¿Acaso este hombre no puede simplemente dejar de bromear con eso de las bendiciones?
— Estás loco.
— Haré que s