35 - No puedes olvidar quién eres...
ROMAN.
Más tarde, me vi obligado a salir de la habitación, pues tenía asuntos importantes que resolver. Uno de ellos era la captura del bastardo que mandó a secuestrarla.
Una vez en el pasillo, saqué el celular y marqué el número del único ruso decente que conozco.
— Sabía que llamarías. — Su voz ronca al otro lado —. Estoy en la misma clínica que tú.
Fruncí el ceño sin comprender.
— ¿Me estás vigilando? — cuestioné, con la rabia apoderándose de mí.
¿Cómo se atrevía?
— Tengo cosas más importantes que hacer, Roman, que estar vigilando tu culo personalmente — gruñó —. Vine a ver a… a una amiga. Te espero afuera.
Con pasos decididos caminé hasta el lugar que me dijo. Nunca supe de que a ese idiota le gustara alguien, y que estuviera herida. Ahora la curiosidad pesa en mi mente, e investigar de quien se trata es mi deber, por lo que le tiro un mensaje a Saúl, cargándole con otro trabajo más.
Él estaba afuera, sentado en una de las bancas, fumándose un cigarro, mirando en algún punto fijo.