GABRIEL SILVA
—La amo —respondí de inmediato y arrepentido, pues, hacía escasa una hora, le había dicho a Isabella que la quería y eso no era suficiente para expresar lo que en verdad sentía por ella.
Celeste apoyó ambos codos en la mesa y cubrió su rostro. Estaba destrozada y comenzó a sollozar. —Es gracioso, porque… cuando recuperé la memoria, fue como si no hubiera pasado ni un solo día. Era como si jamás nos hubiéramos separado, y esto se siente… horrible. Para mí, apenas ayer aún éramos esposos y nos amábamos mucho y hoy… tú amas a alguien más, y yo me quedo aquí con el corazón roto.
—Celeste… —¿Qué podía decir? Era cierto que alguna vez la amé, pero hoy mi corazón ya no le pertenecía.
—Ya sabía que esto podía pasar, solo quise… comprobarlo —agregó bajando las manos