El auto se detuvo frente a la mansión. Ethan apagó el motor y, antes de abrir la puerta, giró hacia Jazmín, con esa mirada que le acariciaba el ser sin necesidad de palabras.
—¿Lista para volver al mundo real? —murmuró él, con una media sonrisa.
—No… pero vamos —respondió ella entre risas, bajando del auto.
Cruzaron juntos la entrada principal, cuidando no hacer ruido, aunque sin disimular el brillo y la felicidad que les envolvía. No era necesario verlos tomarse de la mano para saber que sus almas estaban conectadas. La complicidad entre ellos se notaba en cada mirada furtiva, en la manera en que se sonreían con esa picardía de quienes ocultan y comparten un secreto.
Ya en el interior de la mansión, Jazmín subió discretamente las escaleras hacia su habitación, mientras Ethan desvió su rumbo directo hacia el cuarto de Oliver.
—Ve y cámbiate, yo me encargo de cuidarlo —dijo él en voz baja.
En la habitación del pequeño Oliver, Tatiana estaba sentada en el sillón junto a la cuna,