—Hernán, por ahora tengo mucho trabajo aquí en la isla. Cuando yo termine mis compromisos en este lugar y regresare a la ciudad, ¿de acuerdo?

—Si, por supuesto, eso puedo entenderlo y espero que no tengas que viajar más a ese lugar. No pienso tolerar que te ocurra nada más.

—Estoy muy cansada, creo que descansare un poco. Hablamos luego.

—Claro, cariño. Descansa, te amo.

Julia cuelga la llamada antes de poder responderle nada a Hernán, no podía ser hipócrita y decirle palabras falsas. Al menos le debía encarar frente a frente y no se runa cobarde para esconderse detrás de una llamada.

Suelta el aliento y en ese instante piensa en Bruno y en esa tormenta que los asechaba, mira hacia la ventana y se preocupa, aunque él le hubiera dicho que estaba bien, le daba miedo pensar que estaba allá en esa isla.

[…]

En cuanto la tormenta comenzó a pasar por la isla, Bruno dio la orden de ponerse mano en la obra con su barco. Sin embargo, el sol estaba a punto de ocultarse, y el capital no quiso ha