Labios cálidos, latidos ensordecedores. Mi primer beso con Leandro no se asemeja a ninguno que haya tenido antes. Hay magia y vida en él. Besarlo es nuevo para mí, pero al mismo tiempo siento tal comodidad que podría hacerlo por horas.
Su boca es adictiva y mi cuerpo anhela más de él. Mi mano derecha recorre su amplia espalda, y la de él se apodera de mi mejilla. De un beso tímido pasamos a uno más pasional, nuestras lenguas se conocen y pierdo aún más la cabeza.
—¿¡SEÑOR LEANDRO!? ¿¡LUCÍA!? — escuchamos a la distancia llamar nuestros nombres.
Con nuestras respiraciones entre mezcladas sabemos que debíamos parar. Por lo que nos movemos para ello, me pongo de pie y ayudo a Leandro a levantarse. Coloco su brazo en mis hombros, y noto de inmediato la inconformidad en sus facciones.
—No siento mi pierna izquierda a pesar de meses de terapia, no voy a poder caminar.
—Sí podrás caminar — le aseguro — Esto es momentáneo. Confía. Vamos a arriba, uno, dos…
Puedo levantarlo justo al tiempo nece