Han pasado dos semanas desde la última vez que Ava vio a Omar. Desde entonces, se ha sumergido por completo en su trabajo en la empresa y en el cuidado de su hijo, Bastián. Cada día era una rutina meticulosa de responsabilidades, reuniones y decisiones, que la mantenían ocupada desde el amanecer hasta la noche. En su tiempo libre, se dedicaba a sus sesiones con Antony, su psicólogo, buscando la estabilidad emocional que tanto necesitaba.
A pesar de su determinación, había momentos en los que la tentación de preguntar por Omar era casi insoportable. Su mente volvía constantemente al hombre que se parecía tanto a su difunto esposo, pero Ava había decidido ser fuerte y tratar de olvidarlo. Sabía que aferrarse a una fantasía no la ayudaría a avanzar.
—¿Vamos a almorzar? —preguntó Sara, desde el umbral de la puerta.
—Tengo una reunión con mi psicólogo. —respondió mientras recogía algunos papeles de su escritorio.
—¿Sesión o cita? —dijo con sorna Sara.
—Es una sesión, como siempre. No dig