En la amplia sala de reuniones de las Empresas Montenegro, la tensión era palpable. Los socios estaban sentados alrededor de una larga mesa de caoba, con expresiones de expectación y ansiedad. Las paredes estaban adornadas con retratos de antiguos presidentes, testigos silenciosos de la historia y las decisiones cruciales que se habían tomado en ese lugar.
Ava y Sara se sentaron juntas, observando con atención. Ambas confiaban en que Angelo sería el elegido. Con su experiencia y dedicación, parecía la opción lógica para llevar a las empresas a un futuro próspero. El resto de los socios estaban de su lado, Alejandro no iba a ser el ganador.
Angelo, vestido con un traje oscuro impecable, estaba en pie, respondiendo con serenidad a las últimas preguntas de los socios. Su voz firme y segura resonaba en la sala, generando asentimientos aprobatorios.
En el otro extremo de la mesa, Alejandro, con su porte arrogante, observaba a todos con una sonrisa enigmática. Su presencia imponente no pas