Van diez minutos, calculo mirando el reloj.
Dina tiene diez minutos en el baño y sigo tan empalmado como cuando entró.
La puerta del baño se abre y yo sonrío abiertamente al ver a mi esposa salir con la bata de baño.
— ¿Estás listo?—pregunta ella y la veo subir una pierna dramáticamente, apoyando su pie sobre el colchón.
Su movimiento me permite ver un poco del encaje rojo que envuelve mi regalito y yo sonrío, asintiendo efusivamente; pues temo que si hablo, note la ronquera causada por la excitación que siento en este momento.
Dina sube a la cama de un salto y el movimiento envía una pequeña punzada a mi herida, pero la ignoro.
—Quiero hacerte un… Pequeño regalo, amor. —dice mi esposa y sin quitarse la bata pone sus manos en mis caderas y me ayuda a salir del jogger de algodón.
—Tú también tienes que quitarte la ropa. —indico sintiéndome terriblemente impaciente.
—Ya te dije que yo mando, Daniel. —dice ella mandona y yo gimoteo.
—Amor. —pido casi rogando y ella suspira poniendo los o