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Pero durante la semana siguiente, cuando Deán se enteró exactamente cuál sería su papel como acompañante de la multimillonaria escocesa, se sintió de todo menos tonto. En primer lugar, aguanto una estresante visita de un abogado de la capital que se presentó allí con un documento de diez páginas que este describió como un contrato de trabajo y en el que se detallaba que Adaira esperaba de el: una imagen perfecta, educación y una buena disposición a la hora de complacerla y a sus invitados como acompañante o anfitrión, puntualidad, un buen consumo moderado de alcohol y ningún consumo de drogas. Si cumpliese esas obligaciones como era debido, después de dos meses recibiría una buena suma de dinero a cambio.

Lo de la imagen perfecta hizo que Deán se sintiese humillado, a Cristal le gustaba que se dejara su barba. Pero después se dio cuenta de que no recordaba cuando había sido la última vez que se afeito. Así que cuando la secretaria de Adaira lo llamo para decirle que tenía una

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