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Sobre todo, una garantía donde no me quitaran mi casa ni seguirán indagando en mi vida privada. Independientemente de lo que ocurra o no ocurra en el periodo de casados no seré su servidor o concubino, como lo quiera llamar, sino que seré su esposo y no tendrá derecho a mandarme. –propuso el con la boca seca, sabiendo que aquello era lo más importante.

—Por supuesto –le aseguro Adaira, ofendida por sus palabras.

Le había ofrecido dos meses de lujo inimaginable en su palacio, era una invitación por la que muchos hombres hubiesen matado, y él le hablaba de pasar allí el tiempo acordado como si hubiese hablado en entrar a una prisión. Y, lo que era peor, estaba poniendo en duda su palabra.

—Pero yo también espero que me des garantías…

Deán tomo aire tratando de controlar su pulso. Tenía la boca muy seca, un cosquilleo en el estómago y los músculos de la pelvis completamente contraídos. 

— ¿De qué tipo?

—Tendrás que comprometerte de desempeña

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