Angelito ladeó su rostro y sonrió con cariño al verlo llevar al bebé entre sus brazos.
—Claro que es necesario —respondió—, nosotros estamos casados y encima de todo nos tienen viviendo lejos —indicó—, relájate tío, esto pasa entre los que se quieren —mencionó con seguridad.
Norita escuchó unos susurros en su oído, sonrió y asintió.
—Dice la abuela, que como mi mamá te da el tesorito, y con eso te tiene contento, no te hacen falta tantos besos —repitió lo que doña Ofe le dijo. —¿Cuándo nos vas a decir en dónde lo encontramos? —cuestionó mirando a su padre con atención.
Óscar rodó los ojos.
—Me imagino que tú tenías el tesorito bien resguardado, abuela, y por eso debes cuidar bien de los niños —aconsejó—, mejor hablemos de otras cosas ¿Cómo estás chiquitín? — se inclinó para mostrarle a su pequeño.
—Estoy bien, tío. —Lo abrazó y miró al bebé—, pero la abuela dice que es más divertido encontrar el tesorito, en lugar de resguardarlo, que debemos llevar gorritos para que sea más di