Justo en ese instante escucharon el sonido de las llaves en la cerradura, entonces Sam apareció, abrió sus ojos al ver el desastre en la cocina, y el rostro y el cabello de Norita lleno de harina.
—Ustedes dos limpian lo que están haciendo —advirtió—, que vengo muy cansada —expresó y se aproximó a la pequeña y la saludó con un abrazo. —¿Te gustó la nueva escuela? —indagó con curiosidad, y luego se acercó a Óscar y lo besó—. Huele delicioso.
—La nueva escuela está linda —respondió Norita—, me gustó mucho, la maestra es muy buena —comentó.
—Me da mucho gusto. —Sonrió Sam y probó un poco de la masa—, tengo hambre —expuso y se dirigió a la nevera por unas frutas.
Óscar bajó de la encimera a su hija y sonrió.
—Sacúdete el cabello y ayuda a tu mamá a colocar los platos —solicitó—, voy a preparar la cena —expresó—. No tarda en estar la cena, estábamos charlando Norita y yo —refirió. —¿Cómo te fue? —indagó.
—¿Y de qué charlaban? —cuestionó Samantha con curiosidad—. Me fue bien, mañana en