Alessandro
El odio que siento hacia mi tío Ramón ha crecido más allá de lo imaginable. Saber que este monstruo estuvo cerca de mí toda mi vida, manipulando todo a su antojo, me revuelve el estómago.
Mientras veo cómo Matteo se lleva a Laura, la secretaria, hacia el detective, mi mente está en otro lugar. Solo puedo pensar en el dolor, en la traición, en cómo hemos estado a merced de Ramón sin darnos cuenta.
Me giro para mirar a Valeria, que ha estado inquietantemente callada desde hace rato. Algo no está bien.
La veo, frunciendo el ceño, y me doy cuenta de que está más pálida de lo normal. Hay sudor en su frente. Frunzo el ceño.
—Valeria, ¿Estás bien?—ella lejos de contestarme aprieta los ojos con fuerza.
Algo está mal, y mi preocupación crece por lo que nono dudo ni un segundo en levantarme de la estupida de ruedas,
—¿Mocosa? —mi voz sale con una mezcla de urgencia y miedo.
Ella finalmente abre los ojos y levanta la vista hacia mí, pero su mirada está apagada, adolorida. Apenas par