Yo nunca creí en fantasmas, pero al ver aquella cara blanquecina por un momento creí que si existían. Sin embargo, cuando mis ojos y la sorpresa pasaron a ser parte del segundo plano pude entender que se trataba de Austin. El pelinegro se acercó a mí con expresión se sorpresa.
—¿Qué sucede? ¿Por qué gritas? — Le di un golpe en el brazo y luego me cubrí el rostro debido a la vergüenza.
—Santo cielo, creí que era un fantasma.
—¿Crees en esas cosas? — Parecía divertido, no parecía burlarse de mí.
—Callate. — Me giré para continuar mi camino a la oficina, él me siguió hasta que cerró la puerta. Comencé a recoger mis papales para dejarlos separados y así solo avisarle a Ana en que orden tomarlos por si servían mañana ya que no estaría.
—¿Dónde estuviste? — Se plantó frente a mí impidiéndome el paso.
—¿Por qué preguntas? — Caminé a un lado para recoger el resto de los documentos y evitarlo. Estar tan cerca de él era peligroso.
—Bueno, vienes de la calle, tarde y parece que vinieron a dejart