La mente mas allá.

Kerr pasó la noche físicamente muy cómodo, la presencia de Vanya le traía una especie de paz que él no sabía que podía tener, pero dentro, en su cabeza, lo asaltaron pesadillas. El recuerdo del dolor que le produjo el líquido del dardo lo atormentó como una parálisis y cuando despertó en la mañana lo primero que sintió fue el olor a café que llenaba todo el lugar.

Vanya estaba acostada a su lado, con la mano rodeando el torso de Kerr y el cabello oscuro cubriéndole el rostro y cuando él abrió los ojos los colores parecían haber regresado a la normalidad.

Cayó sentado de un tirón con los sentidos al máximo y luego dio otro salto cuando vio a Víctor sentado frente a la celda en la silla del vigilante.

—Recuperaste tu conciencia casi a medianoche —le dijo el Alpha y Kerr sintió un alivio en el cuerpo tan grande que casi suelta una carcajada. Los olores habían regresado, los colores se veían más intensos y logró sentir la fuerza de su lobo interno en el pecho.

—¿Pasaste toda la noche pendiente de mi conciencia? —le preguntó Kerr y Víctor le apartó la mirada.

—Tengo que estar al pendiente de toda la manada, tú eres parte de la manada —Kerr ladeó la cabeza.

—Pues querías entregarme a Rak.

—Solo pensaba en la manda —Kerr no quiso discutir, había sentido esa ofensa hasta el fondo de la médula y por más que intentara ponerse en los zapatos de Víctor no lograba entenderlo, era mejor guardar silencio que iniciar otra pelea tonta.

—¿Y ahora qué? —preguntó Kerr —El doctor no estaba en la cabaña, y encima se llevaron a dos miembros de la manada del bosque.

—La manada de Bosque Oscuro —dijo Víctor más bien para sí mismo —deberíamos buscarnos un nombre —Kerr bufó.

—¿Qué haremos ahora? —le preguntó Kerr. Víctor se puso de pie y caminó hasta los barrotes.

—Ya no interferirás en asuntos importantes de la manada —le dijo y Kerr se puso de pie, caminó hasta el hombre y se detuvo a unos centímetros —los problemas los arreglaremos los mayores y quiero que te mantengas al margen, dedicate a cuidar a tu prisionera y sácale más información —Kerr levantó el mentón.

—Soy parte de esto —le dijo — no puedes mantenerme al margen —Víctor no lo miró cuando habló.

—Ya no hice —dio la vuelta y se fue, Kerr golpeó con el puño cerrado uno de los barrotes que se dobló en un ángulo extraño. Si, su fuerza había regresado.

—Él estuvo ahí toda la noche —le dijo Vanya desde atrás y Kerr se volvió, tenía el cabello negro enredado y una amplia sonrisa.

—Lo que me pasó, de seguro estaba comprobando mi estado porque es un riesgo para toda la manda —Vanya se encogió de hombros.

—Lo vi llorar —Kerr se sentó en la cama curioso —te miraba y lloró, pensé que los alphas no lloraban —Kerr le acarició la melena oscura intentando peinarla.

—Tiene mucha presión, supongo, creo que con lo que pasó ayer estamos en una guerra que no ganaremos —Vanya se estiró hacia él y le dio un casto beso en los labios, pero Kerr se alejó —¿qué haces? —le preguntó y ella regresó apenada.

—Solo quería… qué bueno que recuperaste tus poderes —le dijo. Él la miró, era más que claro que entre ellos había sentimientos de por medio, pero a Kerr le quedó un sinsabor en la boca cuando ella lo miró mordiéndose el labio y dijo: —Me gustaría salir de aquí un rato, ¿me llevarías a pasear? —él la miró, los besos y cada gesto cariñoso de ella hacia él, él los dudó, ¿y si todo era una estrategia para ganarse su confianza? 

—Recuerda que eres una prisionera —le dijo él, se puso de pie y salió de la celda cerrando la puerta con llave. Vanya se recostó en la fría pared, si lograba escapar y buscar ayuda en la policía estaría bien, estaba segura que ellos la protegerían de todas las manadas.

—Veremos cuánto tiempo durará eso —dijo y su voz hizo eco.

Kerr pasó el resto de la mañana en el cultivo, había muchas cosas qué hacer y desde que había secuestrado a Vanya no regresó a sus labores del campo. Labró y deshierbó sus cultivos de zanahoria que tenían una especie de hongo que no logró identificar.

Su fuerza le ayudó mucho, la verdad le pareció extraño que las cosas le parecían más livianas, como si al haber sobrevivido al suero sus poderes hubieran regresado mejorados, cosa que le asustó más que alegrarle.

Después del almuerzo le llevó a Vanya una buena porción de arroz con vegetales y la encontró más callada de lo normal, más bien un poco malgeniada así que la dejó sola y se acostó en su catre en el segundo piso.

Realmente sí se sentía diferente, ¿Qué había cambiado? Clarisa analizó las muestras del líquido púrpura y llegó a la conclusión de que es incapaz de anular permanentemente los poderes de algún lobo, ya que el cuerpo por sí solo lo desecha, pero de ahí a mejorar las habilidades… Kerr lo creyó imposible.

Acostado en su catre cerró los ojos y extendió la conciencia, comenzaría a practicar como Lina le había recomendado. Primero comprobó qué tan lejos podía llegar, y sintió la presencia de cada ser vivo hasta el otro lado del arroyo, y se entristeció en no haberlo hecho antes para comprobar si sí había mejorado.

Después comenzó a tantear las conciencias de los humanos de la manada, ya que si lo hacía con los lobos ellos también los sentirían a él.

Percibió cada conciencia, y definitivamente cada pensamiento de los humanos se le hizo menos confuso que antes, ya no parecían canales mal sintonizados, más bien, eran pensamientos mal organizados, con palabras que iban y venían sin ningún contexto.

Kerr se sentó en la cama, el pulso se le aceleró, ¿Cómo era posible que pudiera hacer eso? Respiró y trató de calmarse. Extendió de nuevo su telepatía hacía toda la fábrica y sintió casi al mismo tiempo todos humanos, pero algo más allá le llamó la atención.

Abajo en la celda de Vanya percibió una emoción negativa que en vez de hacerlo huir se sumergió más, encontró una sensación de miedo y luego dos palabras claras y firmes. “Kerr” “Dolor” Kerr abrió los ojos y de un salto cayó en el primer piso y corrió hacia la celda.

Cuando llegó, encontró a Vanya doblada sobre sí misma en la cama y él entró casi rompiendo la puerta.

—¿Qué pasa? — le preguntó él y ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

—Me duele el estómago —le dijo. Él la tomó entre los brazos y ella lanzó un grito de dolor. Salió corriendo con ella, subió las escaleras y cuando entró a la enfermería Clarisa los miró con los ojos abiertos.

—¿Qué pasa? — preguntó cuando Kerr dejó a Vanya sobre la camilla.

—Le duele el estómago —le dijo él. La mujer comenzó a tantear el estómago de Vanya y luego miró a Kerr con gesto de horror.

Clarisa corrió, arrastró la máquina que Víctor había robado para hacer las ecografías de Lina y su bebé y después de aplicar el gel sobre el estómago encendió el aparato y negó con la cabeza.

—Lo que me temía, es apendicitis —Kerr hizo ademán de tomar a Vanya.

—La llevaré a un hospital —Clarisa se interpuso.

—¿Hace cuánto te duele? —le preguntó a Vanya y ella apretó los dientes antes de hablar.

—Un par de días, pero no tan fuerte —Clarisa negó.

—No hay tiempo de ir a un hospital, hay que hacerlo ahora —Kerr agarró la mano de la doctora.

—Pero aquí no hay anestesia —ella lo miró con los ojos fríos y le dijo:

— Entonces será mejor que la sujetes fuerte. 

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