Capítulo 3

Fabricio: —Lo sabía, sabía que está noche tendrías sexo con un chico sexy como ese desconocido.

Yo: —¿Qué dices? No tendré sexo con ese tonto arrogante —solté con indignación mientras me colocaba mis sandalias cafés de plataforma—. Sólo tendré una cena tranquila en el restaurante del hotel que el chico de servicio me recomendó, antes de que mi tortura llegué mañana.

Fabricio: —¡No amiga, no puedes hacer eso! Tú misma lo acabas de decir, mañana comienza tu tortura y yo, lamentablemente, no estaré a tu lado, así que por favor, que esta noche sea la noche en la que te desempolves y no me refiero a ese vibrador rosa que llevas en la maleta.

Yo: —Cena tranquila y a la cama, Fabricio.

Fabricio: —¡Dios, quiero matarte! —sonreí.

Terminé de colocarme mis sandalias y me puse de pie, tomé mi fragancia del mueble y me rocié un poco.

Yo: —Mejor cuéntame qué tal todo por allá.

Fabricio: —¡De locos! Necesito a mi amiga a mi lado, pero la desalmada, prefiere perder el tiempo en una isla paradisíaca en vez de tener sexo con su vecino.

Yo: —Te juro que preferiría estar contigo.

Fabricio: —Esto se desmorona sin ti, amiga.

Yo: —Literal, cambiaré de profesión —reímos.

Fabricio organizaba eventos para cualquier ocasión y muchas veces me encontraba ayudándole, pero el compromiso que me había llevado hasta esa isla, me impidió estar a su lado en ese que sería el evento más grande que él había organizado, el cual, se basaría en la inauguración de una galería de artes, además, mi compromiso también afectó mi trabajo, ya que iba a obtener un reportaje sobre la exposición en dicho evento, ... sí, era periodista, y lo odiaba, pero no era tan mala en ello y pagaba las cuentas, así que ...

Fabricio: —Así es, mi empresa crece día con día y necesito de tus manos mágicas y a ti que sólo te gusta perder el tiempo.

Yo: —Cuando me pagues el doble de lo que gano, me voy contigo.

Fabricio: —Eres una mala persona, sabes que aún no le llego a tu precio, pero pronto lo haré, ¿me oyes? —sonreí.

Yo: —Bien, tengo que colgar o de lo contrario, moriré de hambre.

Fabricio: —No te olvides de tener sexo ¿quieres?

Yo: —¡Adiós! —colgué.

Miré por última vez mi vestido de color blanco, era de tirantes delgados, acentuado sólo de la cintura y llegaba a mitad mis muslos, apliqué un poco de brillo en mis labios, tomé mi bolso y salí de la suite.

Caminé por el pasillo con dirección al ascensor, no sin antes, echar un rápido vistazo a la puerta del desconocido, no sabía porqué lo había hecho, pero lo hice. No había nadie ahí, no esperaba que él estuviera, pero para mi sorpresa, al doblar el pasillo, lo observé a distancia.

El chico-tanga-masturbador, estaba en espera del ascensor y vestía decentemente.

Ni idea de porqué mi tonto corazón dio un pequeño vuelco, es decir, el tipo era un degenerado y engreído ¿no?

Sin cambiar la postura de su cuerpo, me miró y casi me sentí violada por esa penetrante mirada. Ni estando loca, abordaría el ascensor con él.

Me giré en busca de las escaleras de emergencia, sólo que ...

—¡Cobarde! —su grito me hizo volver a verlo.

—¿A quién llamaste cobarde, chico-tanga-masturbador? —sonrió.

—Y sigues con tus preguntas tontas, eh. Mira a tu alrededor, estamos sólo tú y yo.

¿Vieron eso? Ahora sus palabras me violaron.

—¿Ah, si?

¿Qué? ¿Por qué pregunté eso? Además ¿por qué rayos estaba mirando a mi alrededor? »¡Concéntrate!»

—¡Yo no soy ninguna cobarde, tarado!

Justo en ese momento, el timbre del ascensor avisó su llegada. Sin agregar más, el desconocido extendió su brazo izquierdo para evitar que las puertas se cerraran, me miró y con su mano derecha me invitó a abordarlo.

Estaba nerviosa, pero no se lo iba a demostrar, así que aventé mi cabello hacia atrás y comencé a caminar muy segura de mí misma en su dirección, enseguida, abordé y él lo hizo detrás de mí con una sonrisa en el rostro.

Hubo un pequeño lapso de silencio hasta que él lo rompió.

—Luces ...

—No me interesa —lo interrumpí y él resopló divertido.

—Bien, tal vez quieras cenar conmigo en lugar de estar sola.

—¿Qué te hace pensar que estoy sola? —por el rabillo del ojo, pude ver su sonrisa extenderse.

—Intuición.

—Pues tu intuición apesta —nuevamente, resopló divertido.

No hubo más conversación en el pequeño transcurso del ascensor, las puertas de este, se abrieron al llegar a recepción y yo salí primero, enseguida, comencé a caminar en busca del restaurante, sintiendo la calidez del clima en mi cuerpo y detrás de mí, un hombre acosador.

—¿Y es que piensas seguirme a todos lados? —me giré—. ¿No crees que la isla es lo suficientemente grande como para que vayas a acosar a alguien más? —sonrió.

—Tal vez ... o ... —se encogió de hombros—. Tal vez esto sólo sea una coincidencia.

—Ya —sonreí falsamente y de nuevo emprendí mi camino.

No tardé mucho en encontrar el restaurante, lo que no era de mi agrado, era que el desconocido no dejaba de seguirme, y gracias a Dios que habían muchas más personas a nuestro alrededor, de lo contrario, estaría muerta de miedo, aunque mi conciencia también me decía que esto podría tratarse de una coincidencia, pero las dudas, persistían.

—¡Bienvenidos, buenas noches! —nos sonrió un hombre en la entrada—. Temo informarle, señorita, que estamos llenos.

—Tal vez si compartimos mesa, no tengas que quedarte afuera —me susurró el desconocido.

—¿Qué no escuchaste que el lugar está lleno? —lo miré con las cejas elevadas.

—Para mí no —caminó hacia la entrada.

—Adelante, señor —el hombre le permitió el acceso y yo fruncí el ceño.

«Pero qué demonios»

¿Cómo era posible que a él si lo dejaran entrar? Es decir, deberíamos ser todos iguales, ¿no?

«Al carajo. Si piensan que me mantendré callada, pues se equivocan. Esto se quedará así»

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