Capítulo 32

Ya pasaban de las diez de la noche cuando regresé a mi hogar, durante el camino, le comenté a Fabricio todas las estupideces que me había dicho Stefan, y como era de esperarse, soltó cientos de insultos al primo de su novio, alegando aún, que se había quedado con ganas de envenenarlo con su blanqueador de ropa, pero que le daba más tranquilidad saber que había vomitado su calzado, a lo que en ese momento, nos tenía en una pequeña discusión.

—No entiendo lo que me dices, Fabricio —fruncí el ceño.

—Yo tampoco —añadió Morris al sentarse a su lado en el sofá.

—Hablo de que necesitas asistir mañana mismo al ginecólogo para que cambien tu anticonceptivo.

—¿Por qué haría eso? —suspiró, giró los ojos y los cerró mientras negaba con la cabeza.

—¿Por qué eres tan distraída, tontita? —me encogí de hombros ante su comentario y me puse de pie para servirme un trago.

Necesitaba alcohol en mis venas.

—El implante que usas, tiene una vida de cinco años —continuó—. Y hace meses que debiste cambiarlo.

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