Un mes después del juicio, Marina finalmente recibió el pago por el caso de doña Valquíria, una suma que no solo representaba su dedicación profesional, sino que también cambió la dinámica de su familia. Cuando compartió la noticia con sus padres, vio los ojos de José y Daniela brillar de orgullo.

—Ahora que recibí este dinero, quiero que descansen —anuncia con una sonrisa decidida, mientras se sienta a la mesa de la cocina con ellos.

José, frunciendo el ceño, mira a su hija, confundido.

—¿Descansar? ¿Cómo así? —pregunta, ajustando el cuerpo en la silla, como si quisiera escuchar mejor las intenciones de ella.

Marina inspira hondo antes de responder, en un tono cariñoso.

—Quiero que dejen la panadería —revela—. Ustedes ya trabajaron demasiado toda la vida; es hora de descansar un poco, de disfrutar la vida.

Daniela abre los ojos con sorpresa, mientras José niega con la cabeza, todavía asimilando la idea.

—Pero, hija, no podemos simplemente dejarlo así, de la nada —argumenta José, incr