La tensión en Stormwood es palpable desde el amanecer. Los lobos de la manada patrullan los límites del territorio con más frecuencia, y los rumores de una amenaza externa se esparcen como fuego. Einar, de pie en la cima de una colina que domina el valle, observa el horizonte con ojos afilados. Su instinto le dice que algo se aproxima, algo que pondrá a prueba no solo su liderazgo, sino todo lo que ha construido junto a Lía.
Lía, mientras tanto, está en la casa principal con su hijo en brazos. Trata de calmarse, pero las palabras de Einar la persiguen: “Una manada rival está cerca. No sabemos cuánto tiempo tenemos antes de que actúen.” A pesar de su preocupación, sabe que no puede mostrar miedo. Su hijo necesita sentir seguridad, aunque ella misma no la tenga.
—¿Estás bien? —pregunta Caleb, quien se encuentra sentado en el porche, observando a Lía desde la distancia. Desde su última visita, había decidido quedarse un tiempo en Stormwood para asegurarse de que Lía y su hijo estuvieran