Vanessa apenas podía caminar recto.
Sofía y Mariana la sostenían entre risas mientras ella cantaba cualquier canción que sonara en su cabeza. Habían terminado en otro bar, lejos de los ojos de Alexandro, y ahora estaban pagando las consecuencias.
—Dios mío, está peor de lo que pensé —murmuró Mariana cuando la dejaron en la casa.
Alexandro ya estaba ahí. Esperándola.
Y apenas la vio, su ceño fruncido desapareció.
Porque Vanessa borracha era adorable.
—¿A quién tenemos aquí? —murmuró él, apoyándose en el marco de la puerta mientras cruzaba los brazos.
Vanessa parpadeó.
—¿Alex…?
Oh, no.
—Hola, nena —dijo con una sonrisa lenta.
Vanessa parpadeó de nuevo. Y luego sonrió.
—¡Alex!
Antes de que él pudiera reaccionar, se lanzó sobre él en un abrazo.
Sofía y Mariana se miraron, sabiendo que su trabajo aquí había terminado.
—Nos vemos mañana, Alex —dijeron antes de salir.
Alexandro no les prestó atención. Porque tenía las manos llenas con Vanessa.
—Eres muy guapo, ¿sabes? —murmuró ella, enterran