Teo se deslizó silenciosamente en la sala de ensayos. Nadie notó su llegada, justo como él quería. No se suponía que estuviera allí —era una sesión privada—, pero tras explicarle al guardia que era el esposo de la protagonista y dar su nombre, el hombre se había ablandado. Incluso le pidió un autógrafo y una foto para su hija antes de dejarlo pasar.
Había al menos una veintena de personas, todas concentradas en el centro del escenario, donde Hunter y Hannah ensayaban una escena juntos.
—Ambos podríamos ser de ayuda el uno para el otro —dijo Hannah, apoyando una mano en el pecho de Hunter. La deslizó hasta su nuca y tiró de él. Se puso de puntillas hasta que sus labios casi rozaron los de su compañero—. Solo necesito que hagas esto por mí.
—¿Y cómo puedo estar seguro de que cumplirás tu palabra?
—No puedes estarlo. Tendrás que confiar en mí.
—Es… eres… ¡Demonios!
Hannah sonrió y retrocedió.
—Necesitas recordar tus líneas, Hunter —intervino Miles, sin alterarse. Probablemente porque, en