Una rara obsesión por naturaleza

Mathew no podía apartar a Jenna de su mente ni un solo instante. Se sentó en su ático frente a la ventana mientras la luna menguante iluminaba la habitación. Aunque faltaban unos días para que la luna llena lo convirtiera en la fiera que llevaba dentro, sus temores se incrementaban. Jenna era su compañera predestinada, y su llegada había revolucionado por completo su vida.

Estaba a punto de llenar una segunda copa de vino cuando el timbre de su casa lo alertó. Mathew abrió la puerta y quedó sorprendido al ver a Margaret parada frente a él.

—Margaret, ¿qué haces aquí?—la interrumpió, sin darle oportunidad de hablar.

—¿Cómo que qué hago aquí, Mathew? No me llamaste en todo el día y tampoco respondiste mis llamadas. Además, soy tu prometida, ¿no puedo venir a tu mansión cuando quiera?— Margaret respondió con firmeza, poniendo sus manos en su cintura y mirándolo intensamente.

—Querida, estuve ocupado. Deberías haber llamado de nuevo. Ya es muy tarde, te llevaré a casa—Mathew trató de cerrar la puerta tras de sí, pero Margaret lo empujó hacia adentro, colgándose de su cuello y mirándolo con pasión.

—Cariño, te extraño tanto. Han pasado días desde la última vez que hicimos el amor— Margaret comenzó a besarlo apasionadamente y a acariciar su espalda, pero Mathew simplemente se quedó quieto, sintiéndose incómodo con sus caricias.

Quiso corresponder a los besos apasionados y dejarse llevar por el deseo como en el pasado, pero su mente solo podía pensar en Jenna, lo que hacía que fuera imposible para él dejarse seducir.

—Margaret, querida, está muy tarde y estoy agotado. En este momento...—Mathew apartó a Margaret de su lado y se alejó un poco.

—¿Qué pasa, Mathew? Tú y yo nos vamos a casar, es normal que quiera estar contigo—Margaret se acercó de nuevo, colgándose nuevamente de su cuello. Él tragó saliva, negó con la cabeza y trató de borrar la imagen de Hanna de su mente.

A pesar de los intentos de Margaret, Mathew no podía evitar sentirse desconectado emocionalmente. La presencia de Jenna en su corazón había desencadenado una rara obsesión, y aunque estaba comprometido con Margaret, su mente y corazón estaban ocupados por otra persona.

Margaret comenzó a besarlo lento y despacio, tomó sus mejillas a dos manos, mientras que él la tomó por la cintura, sus lenguas se enredaron y él, sin más, borró por completo la imagen de su luna, y se concentró para disfrutar de la que sería su mujer.

La llevo hacia su gran sofá, la sentó sobre este, mientras que el pecho de la ardiente Margaret subía y bajaba agitado, Mathew se quitó la camisa, dejando al descubierto sus tonificados músculos, mientras que ella sola, desgarro su corto vestido.

—Cariño, no tienes idea de cuanto me gustas— ella se acercó a Mathew y desabrocho su pantalón, bajando lentamente, dejando expuesto el gran tesoro que él ya tenía listo para ella, los ojos de Margaret se abrieron con lujuria al ver los más de 22 centímetros que acompañaban a su feroz hombre, y sin pensarlo dos veces, abrió su boca inmensa, y empezó a devorarlo.

Mathew esbozo un gran gruñido, tomó la cabeza de Margaret a dos manos y la hundió más hacia su miembro, haciendo que ella en fuertes movimientos lo devorara sin compasión; sus ojos se enrojecieron y sus latidos se aceleraron, él estaba excitado, demasiado, pero no solamente por lo que su prometida le estaba ofreciendo, sino que cada vez que veía hacia la escena de la mujer sentada en su sofá, dándole placer a su entrepierna, imaginaba el rostro de Hanna devorándolo por completo, esos pensamientos lo calentaron aún más; así que levantó a Margaret de su lugar y la beso en sus labios, saboreo su propio sabor, y empezó a devorarla a ella también, pero esta vez de una forma salvaje, desinhibida, como un animal feroz, lleno de necesidad.

Levantó a Margaret por la cintura y la puso contra la pared, su fuerza descomunal la sostenía sin problema, mientras que ella consumida por la lujuria, exponía su cuerpo para que él lo llenara de besos, Mathew bajo hasta sus pechos, devorando uno por uno, haciendo que ella gimiera de placer.

Su lengua estaba ahora más sensible, como la de un lobo, e hizo que ella se estremeciera al sentir sus lamidas, de un momento a otro, la poseyó, los ojos de Mathew estaban fijos en la mirada de Margaret, que, aunque no era su compañera predestinada, era su prometida, también era una humana y había estado con él hace unos años.

Por su simple capricho, no echaría todo a la basura, ni el compromiso con ella, ni el acuerdo con su tutor de casarse para proteger su capital, ni todo lo que tenía estable y aunque mientras poseía a Margaret, de su cabeza no salía el inocente rostro de Hanna.

Sus estocadas se hicieron más fuertes, más agudas, más rápidas, y más profundas.

—¡Oh, por favor! Continúa asi cariño— los gritos de Margaret inundaban el lugar, Mathew no cerró por un solo instante sus ojos, siempre mantuvo fija su mirada en la mujer que sería su esposa de por vida, mientras que ella solamente mostraba su deseo.

Unos cuantos minutos pasaron para que él se derramara dentro de ella, y las contracciones de Margaret llegaran al instante, ambos se consumieron en un orgasmo de pasión; ella había disfrutado, mientras que Mathew pensaba en otra mujer.

Margaret camino desnuda hasta la cava de vino, tomó una copa y se sirvió uno, ofreciéndole uno a Mathew que recién estaba recobrando su respiración, pero él negó con la cabeza.

—Hum— Margaret saboreo el vino —debo confesar que en los años que llevamos juntos, jamás me habías hecho el amor de esa forma querido, me encanto, fue salvaje, descontrolada, feroz—Margaret apenas suspiraba satisfecha, pero Mathew no musitaba una sola palabra, mientras tanto se colocaba su ropa de nuevo.

—Debes irte ya Margaret

—¿Cómo que debo irme Mathew, pero si hace poco tiempo llegue, me voy a quedar esta noche contigo, ¿Qué te pasa cariño?— ella se levantó, con su cuerpo desnudo, se lanzó de nuevo hacia él, pero Mathew, la rechazo, tomó la ropa de Margaret y se la puso en su regazo.

—Vístete por favor, es tarde, llamare a mi conductor para que te lleve

—¿Qué? ¿estás loco? Esta muy tarde, soy tu prometida, me estas echando de tú propia casa y despues de lo que paso entre los dos, no te comprendo—Margaret empezó a vestirse mal humorada, mientras que no dejaba de gritarle improperios

Mathew respiro profundo, pasó su mano por su cabello, y la miro de nuevo—Hoy no me quiero quedar contigo cariño, espero que lo entiendas, por ahora no vivimos juntos, tenemos nuestro propio espacio, vete a casa, mañana hablaremos en la empresa.

—¡Me utilizaste! Claro, solamente complaciste tus deseos, y ahora si me sacas como si fuera una cualquiera—Margaret se puso sus zapatos y se acercó a Mathew, lo miro de arriba abajo y especto —no te creas el más importante cariño, tenemos un compromiso, pero eso no quiere decir nada, adiós— Ella le dio un fuerte empujón y salió enfurecida.

Mathew sirvió de nuevo una copa de vino y se paró frente a su gran ventana, en alguna de esas abarrotadas calles de Nueva York estaba el amor de su vida, esperando por él, pero ni siquiera podía tenerla en sus brazos, Jenna se estaba convirtiendo en una rara obsesión para él, no salía de sus pensamientos, esa noche ni siquiera pudo dormir, la imagen del rostro de Jenna, mientras le hacia el amor a su prometida, era algo que no podía borrar.

Pero él no era el único que no podía concebir el sueño, Jenna, esa noche dio un millón de vueltas en su cama, estaba confundida, desolada, apenas resoplaba, su vida estaba cambiando y aparentemente era para bien, pero su corazón aún estaba enredado, por una parte no dejaba de pensar en su novio infiel y por otro lado, la imagen del gran CEO de la compañía invadía su cabeza, Mathew rondaba en cada uno de sus pensamientos, y era absurdo pensar que un hombre como él, se fijaría en alguien como ella.

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