Capítulo 38. Encuentro impetuoso.
Las palabras de Muriel calaron en el centro de su ser, llevándolo al borde de la locura.
La deseaba así, dispuesta a todo sobre el escritorio de su oficina y a la misma vez se sentía culpable de ese anhelo desenfrenado y visceral.
Porque la señorita Márquez no era una más de sus conquistas, no era una mujer del montón sin nada que perder.
Un atisbo de razón se cruzó por su mente y la miró a los ojos, allí donde habitaba la miel que lo derretía y lo volvía incapaz de detenerse, como si una fuerza animal se apoderara de él.
Le había pedido que fuera ella la que decidiera, y ahora no parecía lo mejor para la relación a largo plazo que tenía en mente. Sin embargo, cuando sus ojos verdes bajaron a las curvas sinuosas de los labios entreabiertos de la mujer, inflamados por el deseo y a causa de la intensidad de sus besos, supo que ella lo tenía a sus pies.
Ahora y para siempre.
Se liberó del pantalón, acomodándose mejor entre los muslos de Muriel que tragó saliva al verlo en todo su esplend