Era un día soleado, perfecto para recorrer la ciudad en busca del hogar ideal. Avy, Marcus y el pequeño Max habían pasado semanas planeando este día, revisando anuncios y haciendo listas de casas por visitar. Pero la decisión final no recaería únicamente en los adultos; Max, con apenas cuatro años, tenía un voto importante. Después de todo, como decían sus padres, era una nueva etapa para todos, y la felicidad de Max también era su prioridad.
Max, sentado en el asiento trasero del coche, abrazaba con fuerza a Tobi, un cachorro enérgico de orejas caídas que había llegado a su vida como regalo de su tío Eliezer en su último cumpleaños. El niño no podía dejar de acariciar su suave pelaje y hablarle con entusiasmo. -Tobi, ¿te imaginas corriendo por un jardín grandote? ¡Con un montón de flores y árboles! -dijo Max con ojos brillantes. Avy, sentada en el asiento del copiloto, volteó a mirarlo y sonrió con ternura. -Eso sería increíble, Max