Capítulo 115
Marco llevó a Nara a casa. Solo tenerla entre sus brazos por un rato había bastado para devolverle un poco de calma, aunque el temblor de su respiración todavía lo traicionaba. La suavidad de su piel, el aroma dulce que desprendía su cabello y el leve peso de su cuerpo apoyado contra su pecho fueron lo único que lo contuvo. Pero apenas recordaba las palabras de Carlos, la rabia volvía a crecer en su interior, silenciosa, ardiente, incontrolable.
Cuando Nara finalmente conciliaba el sueño, Marco permaneció un largo rato a su lado, observándola en la penumbra. Su respiración tranquila, el movimiento lento de su pecho, el leve brillo del sudor en la piel. Ella dormía con una paz que a él le resultaba imposible recuperar. Se inclinó, le besó la frente y se levantó sin hacer ruido.
Antes de irse, pasó por la habitación de Andrea. La pequeña dormía abrazada a su muñeca favorita, con una pierna fuera de las sábanas. Marco sonrió sin poder evitarlo y se inclinó a darle un beso en