Shirley se acercó cautelosamente a la puerta, miró a través de la mirilla y abrió de inmediato la puerta. Inesperadamente, era ella.
—¿Luna? ¿Qué vienes a hacer aquí?
—¿Eh? ¿Luna? ¿Está aquí Luna?
A Nadia le brillaron los ojos de repente e incluso dejó de comerse el pastel que tenía en las manos. Se puso el calzado apresuradamente y salió corriendo a la puerta para abrazar a Luna con todas sus fuerzas.
—Luna, ¡cómo te extrañaba! ¿Por qué has tardado tanto?
Nadia la estaba apretando tanto que apenas podía respirar.
—Nadia, dime ¿desde cuándo estás viviendo aquí?
—Ay, Luna, ya ni me acuerdo... ¡Ven a estar conmigo un rato!
Nadia agarró en ese momento a Luna y tiró de ella hacia dentro de la casa, sin embargo, esta se negó.
—No puedo, solo vine a decirte que tienes que regresar a casa. Tus padres...
Nadia vaciló antes de continuar. Era una verdadera suerte que Nadia estuviera a salvo, pero, al verla de esa forma, no sabía en realidad si Andrés la había engañado.
—¿Qué pasa con mis padres?