El guardaespaldas agarró el palo de golf de Andrés y lo echó hacia un lado.
Luna se puso rápidamente el auricular y comenzó a escuchar lo que pasaba en el interior. En cuanto se lo puso, escuchó a Shirley discutir. Esa voz...
Parecía un verdadero campo de batalla.
—¿Esa familia suya sabe lo que es la vergüenza? Dicen que se lo regalé a mi hermana, ¿qué pretende hacer su familia? ¡El matrimonio aún no se ha efectuado! ¿No crees que no eres digno de codiciar esas cosas? Todos son un montón de desagradecidos y sinvergüenzas... ¡Son como los fascistas, una verdadera pandilla de ladrones!
Una de las mujeres señaló con el dedo a Shirley y respondió:
—Sea como sea, todo esto será nuestro en el futuro, así que agarrarlo ahora es perfectamente legítimo.
—¡Vaya! ¡Agárrenlo si tiene lo que hay que tener! Si se atreven a tomarlo, tendrán suerte si no les rompo las manos.
Álvaro miró de reojo hacia Shirley. Su mirada parecía decir algo, pero no decían nada en lo absoluto.
Qué dura era.
—Patricia, v