Gabriel tomó un pequeño sorbo de su café. La manga arremangada reveló su tatuaje. Cuando movía el brazo, las venas prominentes y enroscadas le daban un ambiente misterioso y algo atractivo. Preguntó a Adolfo:
—Adolfo, ¿tienes algo que decirme?
—Sí, se trata de la abuela… —respondió Adolfo muy respetuosamente, mientras desviaba la mirada hacia Luna, titubeante.
Gabriel ordenó:
—Adelante.
Estos días, Adolfo estaba muy ocupado con los asuntos en la mansión principal debido a que el mayordomo se tomó un permiso por enfermedad. Adolfo continuó hablando:
—La señora ha estado algo resfriada. Quiere verte, y también... a Luna.
Luna estaba tomando tranquilamente su café. Al escuchar esto, se detuvo un poco y de repente se sintió un poco nerviosa.
¿La abuela quería verla? ¿Sería una visita normal o habrá otra intención detrás de esto?
Gabriel golpeaba la mesa con su dedo esbelto, con una expresión muy pensativa, le preguntó suavemente un buen rato después:
—Luna, ¿quieres visitar a la abuela?
Lu