Beatriz llegó a la casa de Lis con la esperanza de encontrar a Jack. Se negaba a creer que su hermano estaba realmente muerto. La sola idea de aquello era aterradora para ella. Al ver a Lis, abrazada a Luiza y llorando desconsoladamente, Beatriz tuvo la certeza de que aquella pesadilla estaba, en efecto, ocurriendo. Todo lo que le habían contado era verdad.

Beatriz corrió hacia Lis y ambas se abrazaron con ternura, llenas de amor, compasión y camaradería. En ese momento, ambas sabían que necesitaban apoyo y que, al mismo tiempo, tendrían que ser el sostén la una de la otra. No era solo Lis quien estaba perdiendo al gran amor de su vida. Beatriz también sufría la pérdida de alguien muy querido.

Lis, por su parte, había perdido a un hijo y comprendía, de alguna manera, el dolor que Beatriz sentía al perder a un hermano. Los dos dolores, aunque distintos, se equiparaban en intensidad. Así, lloraron sin pudor, dejando que toda la pena fluyera.

Esas lágrimas también cargaban con el peso de