Liz se levanta rápidamente del mostrador y se dirige a la puerta. Luiza se acerca mientras habla:
—Lamentablemente, tu taxi ya llegó, ¡tienes que irte! —Se despide de los niños y de su hermana, y corre para subir al taxi. El tráfico está caótico; cuanto más tarde se hace en Manhattan, más aumenta la cantidad de autos en las calles. Liz está muy impaciente y mira el reloj constantemente, sabiendo que los miércoles siempre hay más pacientes en el consultorio y que, a esta hora, seguro que todos están esperando, algunos desde hace más de una hora y media debido a su retraso.
Finalmente, el taxi llega a la entrada del hospital. Liz baja rápidamente, entrega el dinero al taxista, diciéndole que se quede con el cambio, y entra al hospital a grandes zancadas, intentando llegar lo antes posible a su consultorio. Eva la recibe con una carpeta con los datos de todos los pacientes que están esperando.
—Amiga, sé que ya tienes muchas cosas en la cabeza para procesar ahora, pero quiero decirte que