Eliza
Luciano la miró como si hubiera encontrado chicle pegado a sus zapatos de diseñador. Pero, como el caballero que era, no se apartó. Solo sonrió con cierta rigidez.
Pero yo no estaba dispuesta a dejar que mi hermana babease sobre mi hombre. Así que me levanté, crucé la habitación y me acomodé junto a Luciano, entrelazando mi brazo con el suyo. Él giró la cabeza y me lanzó una mirada agradecida.
Jazmín parpadeó, luego volvió su sonrisa falsa hacia él.
—Entonces, Luciano, ¿cómo se conocieron?
Antes de que él respondiera, yo tomé la palabra.
—En el gimnasio. Yo levantaba más peso que él y lo impresioné. Fue amor a primer bíceps.
Luciano rio y me besó la frente. A Jazmín se le contrajo la boca.
Mi padre carraspeó. —Luciano, estamos muy orgullosos de Eliza. Ha pasado por mucho, pero tú has sacado una nueva faceta de ella.
Sonreí con tensión. ¿Nueva faceta? ¿Se refería a la que vino con un auto de lujo y una tarjeta negra?
Luciano respondió con gracia. —Ella también ha sacado lo mejor d