Eliza
Darle esa bofetada a Valeria se sintió mejor de lo que imaginaba. Mejor dicho... se sintió glorioso. No era la primera vez, eso era cierto, pero esta vez fue diferente porque no solo se la di por mí; se la di por cada insulto que me lanzó, por cada vez que se rio cuando Alex me humillaba, y por cada segundo que pasé en esa casa sintiéndome menos. Mi mano ardía, pero mi alma... oh, mi alma cantaba.
Por un instante, todo el bar quedó en silencio, como si esa bofetada hubiera resonado en las almas de todos los presentes. Valeria reculó, llevándose la mano a la mejilla mientras se caía, con la boca entreabierta por la sorpresa. El contorno carmesí de mi palma comenzó a florecer en su rostro, y por primera vez desde que la conocí, parecía genuinamente atónita.
Se tocó los labios, luego miró sus dedos para encontrar sangre. Sí, le había partido el labio. La satisfacción que me recorrió fue pecaminosa, ni siquiera intenté ocultar mi sonrisa de suficiencia.
Pero claro, Renata no iba a qu