Eliza
Alicia me guio de regreso a la habitación.
En cuanto Sira vio en qué estado me encontraba, se levantó exclamando. —¿Qué pasó?
—Por favor, llama al doctor. —La urgió Alicia.
Treinta minutos después, el médico me envolvió la cabeza con una venda y me advirtió. —Debe tener cuidado, señora Vargas.
Asentí. —Lo haré. Gracias, doctor.
Cuando se fue, Alicia tomó mi mano y preguntó. —¿Quieres hablar de ello?
—¿Hablar de qué? —Preguntó Sira, con las cejas arqueadas.
Alicia suspiró. —Bueno… eh… su esposo estaba…
—Lo hablaré otro día —la interrumpí rápidamente—. Me duele mucho la cabeza y estoy muy desorientada.
—¡¿Qué pasó exactamente, chicas?! —Exclamó Sira—. ¡Dejen de mantenerme en la oscuridad!
—Vimos a Luciano. —Confesó Alicia.
Sira frunció el ceño. —¿Y quién demonios es ese?
—¡Luciano Caballero! —Exclamó Alicia—. Hola, el millonario más rico del país, guapo y sexy. Y oh, conoce a Ely, pero no solo como un “hola, ¿qué tal?” sino más bien un “toma mi chaqueta y déjame cuidar tu alma con