Capítulo 74
Siguiendo de cerca a Alvaro, Miguel sentía que estaba a punto de asfixiarse y caer al suelo. El hombre se acercó a ella, tan cerca que el café que originalmente había derramado sobre él, ahora se esparció completamente sobre su vestido blanco.

Delicia, que siempre había sido meticulosa con la limpieza, ahora estaba furiosa:

—¡Alvaro, estás loco o qué!

—¡Ah...! —¡Dolor! El beso del hombre, dominante y agudo, había perdido toda la suavidad de antes. Su acción repentina hizo que todos se pusieran a trabajar duro, fingiendo no haber visto nada.

Desde sus labios, un fuerte sabor a sangre.

Delicia, resistiéndose, intentaba empujarlo, pero no podía mover al hombre, firme y sólido como una montaña. Cerca de su oído, la cálida respiración del hombre, con un tono persuasivo:

—Sé buena, Delicita, ¿sí?

¿Consolarla? En el pasado, cada vez que se enojaba, primero la dejaba calmarse y luego Alvaro la consolaba, como a un niño.

Y esta táctica siempre era efectiva con ella. Cada vez que Alvaro usaba
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