Punto de vista de Serena
Extendí mi brazo, sintiendo la cámara casi ingrávida en mi mano mientras lo encontraba en el visor: el niño con ojos tan profundos y azules como el océano, y cabello que brillaba como hebras doradas bajo el sol. "Anda, sonríe para la foto, mi amor", lo animé.
"¡Sí, mami!" Respondió con una sonrisa en la que noté le faltaban algunos dientes frontales, lo que hacía su expresión aun más especial.
Nos hallábamos en el corazón de Ámsterdam, donde el sol vespertino teñía de oro las calles empedradas y los tulipanes florecientes, componiendo un lienzo perfecto bajo la palpitante vida urbana.
Tomé la foto capturando su rostro feliz con los coloridos tulipanes y los antiguos molinos de viento al fondo, mientras las bicicletas pasaban a nuestro lado y escuchábamos a la gente reír y conversar en un ambiente que olía dulce, como esas galletas deliciosas que habíamos probado horas antes.
"Ven para acá, vamos a tomarnos una juntos", le dije haciéndole señas. Entre risas, cor