Punto de vista de Bill
La oscuridad me rodeaba, pero sentía algo más: voces. Al principio eran distantes, como ecos desde el fondo de un pozo, pero estaban ahí, cada vez más fuertes, más claras. No podía moverme, ni hablar, pero las oía.
—Sus signos vitales están estables, pero no sabremos más hasta que despierte.
Escuché a una mujer, quien probablemente era una enfermera o doctora, acostumbrada a dar ese tipo de reportes.
Oía otra voz, tenue pero familiar, que era la de mi mamá. Estaba al teléfono, su tono de voz era bajo pero firme.
—Noé, tienes que mantener esto en secreto. Los medios no pueden enterarse. Controla a la prensa, haz lo que sea necesario.
Incluso en ese estado, reconocía ese tono de voz. No era solo preocupación por mí, era por la imagen de la familia, por la reputación con la que siempre había estado obsesionada.
Una parte de mí se frustraba, pero otra parte sabía que tenía razón. Lo último que necesitaba era la prensa rodeándome, convirtiendo mi situación en un espe