Punto de vista de Bill
El almacén estaba frente a mí, una estructura enorme y deteriorada que ya había vivido sus días de auge. Estaba exactamente como lo recordaba, frío y vacío.
Mi corazón latía con fuerza mientras corría hacia la pesada puerta oxidada. Sin dudarlo, golpeé con ambos puños, emitiendo un sonido que retumbaba en la quietud de la noche.
—¡Doris! —grité, con la voz llena de desesperación— ¡Estoy aquí! ¡Abre esa maldita puerta!
No pasó nada durante un rato. El silencio era absoluto, y solo escuchaba mi respiración entrecortada. Golpeé de nuevo, con más fuerza, deseando que la puerta se abriera, que viera el rostro de Serena. Pero lo único que respondió es el leve chirrido del metal moviéndose con el viento.
Levanté el puño para golpear la puerta una vez más cuando, de repente, se abrió, pero solo una rendija. La oscuridad dentro era espesa, casi impenetrable. No podía ver a nadie, pero sabía que estaban ahí, observándome en silencio.
—Doris —la llamé, tratando de mantener