Aprovechó el aturdimiento que la envolvió para estudiar sus facciones perfectas y ahogó un lamento por las circunstancias en las que se estaban dando las cosas.
—Me debe una respuesta, milady —musitó él, quien seguía rodeándola con los brazos en tanto ella regresaba a la realidad—. ¿Desea que la deje en paz?
Claire no estaba en condiciones de emitir una sola palabra, pero él tampoco le daba tiempo a meditar una respuesta apropiada. Solo negó con la cabeza y susurró un «no» que fue suficiente para que el duque la estrechara en sus brazos. Afianzada a su cuerpo, se descubrió exquisitamente feliz, y por fin pudo darle nombre a todo lo que sentía cada vez que pensaba en su excelencia.
Era amor.
Ella, lady Claire Bradbury, estaba perdidamente enamorada del que todos llamaban El Duque Demonio, y ya no había modo de esconder aquel sentimiento turbador que se liberó esa noche con la confesión de Lancaster. Lo quería. Sospechaba que sería capaz de lo que nunca imaginó con tal de volver a senti