Audrey poco a poco comenzaba a tener un poco más de fe en que toda su situación sería temporal, y que podría volver a remontar los aires. Mientras tanto, hacía lo posible por ajustarse a lo que la vida le estaba ofreciendo.
Esa mañana cuando se levantó después de un mes de trabajo en la cafetería del nuevo centro comercial, se miró al espejo y se dijo a sí misma una serie de declaraciones positivas con las que había decidido últimamente comenzar cada mañana a modo de programación neolingüística y declaración positiva:
— ¡Soy bella, soy inteligente, tengo un futuro brillante por delante y voy a lograr todo lo que quiero!
Loretta la escuchó desde la otra habitación y le gritó complacida:
— ¡Y yo también! Vas a tener que decirme como hacer eso porque me siento agotada en el bufete, &ie