El conde quiso reír por lo rematadamente mal que le salieron las cosas. Él había querido disuadir a una muchacha mucho más joven que él, para que desistiera de su idea de perseguirlo, y en cambio se vio atrapado y sumergido en las profundidades del deseo… un deseo inhóspito que despertaba en él la preciosa pelirroja que parecía poco y nada afectada por la situación que estaban discutiendo hace segundos.—Señorita Madison… —murmuró con las manos cerradas en puño, reuniendo valor para enfrentarla y cortar todo lazo con ella. Después de todo, él no le convenía en absoluto y le estaba haciendo un favor—. Anabelle, olvídeme, es lo más justo y conveniente para usted. Le deseo una vida llena de satisfacciones, que encuentre a un hombre decente y respetable, capaz de darle todo lo que yo no puedo. Alejarme es lo más sensato que puedo hacer por usted. Si me disculpa, tengo que reunirme con el señor Spencer. —Thomas realizó una rápida venia y se alejó despavorido, huyendo hacia el cobijo del es
Anabelle estaba pasmada. Lo había seguido hasta el estudio y se mantuvo de pie tras la puerta, escuchando toda la conversación. Cuando se cruzó con el letrado, simuló una sonrisa y permaneció de pie en el umbral de la entrada, observando al hombre que veía a la nada con una copa de balón en la mano. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos, que tuvo tiempo de escrutarlo con absoluta libertad.Su pelo rubio fulguraba a la luz del candelabro dispuesto en su escritorio, y un mechón rebelde le caía de forma seductora sobre la frente. Su tez clara contrastaba con el impecable chaleco gris de cierre cruzado que llevaba puesto sobre la inmaculada camisa de muselina blanca, y sus increíbles ojos de un color azul mucho más pálidos que los suyos, parecían consternados mientras apretaba sus labios perfectamente cincelados. Sin dudas, no había hombre más perfecto para ella y no estaba dispuesta a aceptar su negativa tan fácilmente. Sin embargo, lo que le había oído decir le cambiaba por complet
Los labios de Thomas comenzaron a temblar cuando Anabelle Madison le restregó en la cara que había sido un completo tonto y seguía siendo un estúpido iluso al aferrarse a un amor no correspondido. Su corazón roto, se resquebrajó un poquito más en cuanto la dama pelirroja metió el dedo en aquella herida que no se terminaba de cerrar.Tragó saliva y su respiración se aceleró, en tanto buscaba en el fondo de su ser la fuerza de voluntad para no gritarle en la cara que ella no comprendía su dolor, pero mucho menos su amor porque él había escogido amar a Susan para siempre. La había querido y se había aferrado tanto a ella como un pequeño niño al pecho de su madre, como el suave murmullo del viento entre las hojas en otoño, como el sol que quemaba la arena en el verano y las escarchas de hielo que caían persistentes en la mañana más fría de invierno. Su amor había sido como la primavera: colorida, alegre y llena de esperanzas, y que de repente todo se hubiera acabado, le había cortado el al
Essex House, Londres3 meses después…Thomas se estaba alistando para ir a visitar a su amigo, el duque de Lancaster, que estaba más confundido de lo que esperaba con su dilema de venganza, oponiéndose a su conflicto amoroso con la bella lady Claire Bradbury. Sin embargo, tal y como él se lo había advertido, su empresa resultó en un rotundo fracaso, con un enamoramiento apasionado que el susodicho se negaba a aceptar. Su mejor solución fue huir a Reading, a su casa de campo, mas no duró ni una semana estando lejos de la ciudad, sin saber de la joven que, al parecer, lo había rechazado.En parte, se sentía aliviado de que su amigo se hubiera alejado y esperaba que recapacitara sobre la cruel decisión que tomó un par de meses atrás. Cobrarse la muerte de su hermana con una criatura inocente le parecía injusto, pero Arthur no entendía de razones y no perdía las esperanzas de que sus sentimientos recién descubiertos, lo ayudaran a olvidar el pasado y a aceptar lo que la vida le estaba ofr
—¿Tan malo sería hacerlo? —cuestionó descompuesto, pensando precisamente en ella.—No soy prejuiciosa, pero tampoco tonta. Si te casas con una americana, te marcharás definitivamente de Inglaterra y el deseo de tu padre era que tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, preservaran el título con orgullo y honor.—Entonces, en el hipotético caso de que quisiera casarme con una americana, ¿la aceptarías con la condición de que ella se estableciera aquí, conmigo…? —indagó cauteloso.—¿Quieres decir que tienes a alguien en mente? —Lady Agatha arqueó una ceja, con la esperanza de que su sobrino dijera que sí.Thomas meditó por unos instantes las palabras de su tía, y aunque quería decirle que sí, solo negó con la cabeza porque su historia con Anabelle Madison había terminado rematadamente mal, antes de siquiera haber iniciado.—Solo estoy sopesando todas las posibilidades.—Yo estaré feliz siempre y cuando sea una buena mujer, te ame y se comporte como se espera de una condesa. Que sea americ
Arthur forzó una sonrisa y le ofreció el brazo a la dama que parecía espantada con la idea de dar un paseo con el caballero al que tildaban de demonio por su irritante y peculiar carácter. Lancaster le dedicó una mirada gélida a su amigo, y partió con lady Vanessa hacia Hyde Park.Por su parte, Thomas se dirigió a White´s para almorzar y reunirse con viejos conocidos con quienes aún no tuvo la oportunidad de coincidir desde su llegada, por lo que cuando uno de ellos lo invitó a acompañarlos a presenciar un combate de boxeo en las afueras de la ciudad, no lo pensó demasiado y se desveló en aquel espectáculo. Al día siguiente, apenas pisó su casa de Cavendish Square, recibió la misiva de Arthur y, después de asearse y beber una taza de café, fue a visitarlo a Lancaster House.—¿Qué tal tu paseo? —inquirió un tanto incómodo, mientras el duque cepillaba a su caballo, Tormenta—. Lo siento, Arthur, pero me fue imposible… —resopló, tragó grueso y negó con la cabeza.—Lo sé. —Lo interrumpió e
De repente, una sonrisa casi imperceptible se formó en sus labios y se preguntó: «Si Arthur, a pesar del abandono y las pérdidas, ha podido hacer a un lado el dolor y cobijar en su corazón el amor, ¿por qué yo no podría?»Cerró sus ojos por unos instantes y cuando los volvió a abrir, comprendió las palabras de Anabelle. El mundo seguía girando como siempre, nada se había detenido solo por su dolor y resentimiento. Una persona como Arthur, que en el pasado era reacio al amor, ¡ahora estaba enamorado! Las noches seguían muriendo con cada amanecer. Y cada amanecer era una nueva oportunidad de vivir y disfrutar de algo nuevo. Ya estaba cansado de buscar en el silencio y la soledad aquellas respuestas que siempre flotaron alrededor de su cabeza. Susan simplemente no lo quería como él a ella, y no era su culpa pues en los sentimientos no se mandaba. Él mismo no podía controlar los suyos. Además, no haber sido sincera desde un principio, debía tener una explicación. Tal vez, como dijo aquell
Vanessa estaba harta de perseguir a pretendientes que le huían como a la peste. Era su tercera temporada, y sin embargo, aunque se la consideraba como una de las jóvenes más bellas de todo Londres, no lograba pescar un esposo conveniente que por fin le evitase seguir las vergonzosas instrucciones de sus padres. Sin una dote cuantiosa, sabía que su propósito era un caso perdido y que, si deseaba en algún momento formar una familia, debería conformarse con lo que quedara. Además, haberse aferrado a un caballero que su padre no aprobaba, no ayudaba en demasía a tener éxito en sus conquistas.Sentada en el taburete de su tocador, fue quitándose horquilla a horquilla, mientras empezaba a hacerse a la idea de que pronto la relegarían al rango de solterona. La idea no le resultaba tan desagradable, mas ¿de qué viviría? Sin dote, sin herencia, sin oficio alguno… A lo mucho que podía aspirar era a convertirse en institutriz de los hijos de sus amigas que, por cierto, habían ido alejándose a me