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—No me importa si le caigo bien o no, porque a partir de ahora me verá más seguido.

—Gérard...

—Ya te dije que no me iré, Juliette. Solo hablaré con ella, nada más —afirmé.

—Vete ya —insistió.

—No me iré de aquí sin ti —repetí—. ¿Quieres que me vaya? Entonces haz tu maleta y ven conmigo, de lo contrario no pienso moverme.

—Eres realmente terco.

—Llámame como quieras, el tiempo que quieras. Estaré aquí hasta que decidas venir —expresé, recostándome en el sofá de la sala, con los brazos detrás de la cabeza.

—Bueno, si estás tan empeñado en quedarte —cedió—, al menos deberías hacer algo para deshacerte de esa erección.

—Si te molesta, solo ignórala.

—Como si fuera fácil ignorarla —murmuró.

—Entonces ayúdame a quitármela.

—En tus sueños.

—En mis sueños ya lo hiciste, ahora quiero que lo hagas en la realidad.

—Vete al infierno.

—Prefiero que me hagas el amor.

—Ojalá te atropelle un coche.

—Ya me lo estás dando.

—Idiota —masculló—. Dile al pobre de Luc que venga si vas a quedarte aquí todo
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