Camila
Lo vi, apenas a un par de metros, girar la cabeza lentamente hacia donde estábamos.
Sus ojos se encontraron con los míos por un segundo, y en lo que duró un parpadeo, se dió media vuelta, caminando de regreso por el pasillo como si le hubieran dado la orden de evacuar un edificio en llamas.
Me quedé boquiabierta.
"Protegerme y una mierda," pensé, sintiendo un golpe de traición mezclado con una risa de ironía que luchaba por salir.
Joaquín había sido el primero en ofrecerse a "ayudarme" con toda la situación incómoda de doña Angélica, incluso bromeando sobre hacerse pasar por mi novio.
¿Y ahora que la tiene frente a él, qué hace?
¡Se da la vuelta como si ambas tuviéramos una enfermedad contagiosa!
"Joaquín, el gran protector", pensé con sarcasmo.
Tuve que morderme el labio para no soltar una carcajada. De verdad que ese hombre era un caso.
Doña Angélica no se percató de la fuga de Joaquín, siguió hablando, y volví a concentrarme en ella.
—Es un buen muchacho, Camila, te lo di