Diego y Emma necesitaban un respiro, un lugar donde pudieran olvidarse de todo y sumergirse en su amor sin miedo ni preocupaciones. Por eso, Diego decidió llevarla a su refugio secreto: una cabaña escondida en las profundidades del bosque, lejos de cualquier amenaza.
El camino era un túnel natural de árboles y enredaderas que escondía perfectamente la entrada. Cuando llegaron, Emma quedó sin palabras. La cabaña era un sueño: de madera con grandes ventanales de cristal, rodeada por un jardín lleno de flores vibrantes. A un lado, una piscina reflejaba el cielo, y un jacuzzi burbujeaba tentadoramente en la terraza. En el balcón, bien amueblado con sillones cómodos, el aire invitaba a leer, tomar café o simplemente perderse en el paisaje. Aquel lugar emanaba paz, seguridad y una belleza natural que lo convertía en un verdadero refugio.
—¿Cómo lograste hacer algo tan hermoso? —preguntó Emma maravillada, recorriendo con la mirada cada detalle.
Diego la abrazó por la cintura, besando su cuel