Capítulo 2: Mi Esposo.

Estamos mi tío Piero y yo en el estudio que fue de mi padre, terminando de revisar algunos documentos que ha dejado. Puedo ver que hay muchos pendientes y que le tocará a Luca hacerse cargo de ellos.

A pesar de estar casada, mi padre no quiso que nos fuéramos a vivir a otro lugar. Marco no se opuso, porque sabía que se quedaría solo, ya que Luca vive en su pent-house en el centro de la ciudad. Por la misma razón, él me ha encargado que vea entre sus cosas qué dejó pendiente y así tomar las riendas de inmediato. Marco se encarga de apoyar a Luca con algunas cosas, prometiéndome que no lo dejará solo en esta situación.

Revisando uno de sus cajones encuentro un álbum de fotos, allí veo a mi madre embarazada de mí con una enorme sonrisa pintando en el estudio que ahora es mío. Acaricio la foto y una lágrima sale al fin.

-Ella te amaba mucho, al quinto mes supo que el embarazo sería riesgoso, pero no se dio por vencida.

-Mi padre me dice que esa fue la época que más alejado estuvo de la oficina.

-Sí, tuve que venir desde Italia para hacerme cargo por casi un año. No podía apartarse de ti, cada vez que llegaba de la oficina él me decía “mira, ¿no es una princesa la que tengo entre mis brazos?” – me acaricia el rostro, como lo hacía mi padre y las lágrimas comienzan a caer lentamente por mis mejillas -. Veo en tus ojos los sueños, las esperanzas y el amor de tus padres, nena. No dejes de sonreír luego de que pase todo esto.

Y no podría dejarme morir, tengo muchas razones para seguir viviendo y volver a sonreír. Sigo mirando las fotografías y allí me encuentro el día de mi boda, en verdad parecía una princesa, nunca creí las palabras que mi padre incansablemente me dijo.

Me voy a ese día, en que me convertí en la esposa del hombre más maravilloso, lleno de amor y dulzura. Tenemos unos hermosos cuatro años de matrimonio, donde nos hemos enfocado en conocernos, amarnos, crear los cimientos de una familia estable y en crear una buena carrera para Marco dentro de la compañía familiar. Mi padre le dio el cargo de gerente general, sin embargo ahora deberá ocupar el puesto de Luca, que era el vicepresidente, ya que él deberá tomar la presidencia.

Por eso y por mis ganas de desarrollar mi talento de la pintura postergamos la llegada de los hijos. Antes de casarme yo trabajaba en el departamento de diseño, algo que debí heredar de mi abuela, pero una vez casada lo asumió alguien más. La tradición familiar dice que la mujer debe encargarse de atender su matrimonio y la casa, dejando de lado todo aquello que la pueda distraer.

Sin embargo, luego de hablarlo con mi padre y mi esposo, he podido dedicarme a la pintura para no volverme loca sin hacer mucho, eso porque tenemos mucha gente a nuestro servicio, una diferencia enorme con mi abuela y mi madre.

Para mi amiga es algo incomprensible, que en pleno siglo XXI todavía exista ese pensamiento retrógrado. A mí no me molesta, porque ha sido parte de mi educación, es parte de la forma de ser mii familia y no traicionaré sus raíces por estar a la vanguardia del pensamiento femenino.

Eso sí, mi opinión es tan importante como la de los demás y, de vez en cuando, mi padre me pedía consejos acerca de las líneas de confección. Yo gustosa lo ayuda, porque era algo que no le iba a negar a mi amado padre.

Dejo el álbum en su lugar y me siento en el cómodo sillón de mi padre. Mi tío se sienta frente a mí, mientras revisa algunos documentos que encontró en una carpeta negra de cuero sobre el escritorio. Le pregunto si hay algo mal, porque tiene el ceño fruncido.

-No, pero creo que debo llevarme esta carpeta, hay documentos que el abogado de tu padre en Italia necesitará revisar… ya sabes, por lo de la herencia – me quedo con la boca abierta, porque es obvio que yo no sabía de eso -.

- ¿Herencia?

- ¿No sabías? – me dice -. Bueno, aquí en Chile la repartición de bienes es igualitaria para los hijos, sin embargo hay muchas posesiones de tu padre en Italia que ustedes desconocen y que ha dejado estipulado qué será para ti y Luca.

-Creí que con que Luca tuviera el 60% de las acciones de la empresa y yo el 40% era más que suficiente – expulso el aire, dejando en evidencia que esto me desagrada y estoy cansada -. Espero que no me dejara nada más que eso, porque no quisiera tener que pensar en lo material y darles cuidado, no tengo cabeza para eso.

-En todo caso, eso le correspondería a Marco. Ese es su trabajo como el hombre de la familia que ustedes formaron.

-Esa es otra cuestión interesante a resolver – miro a mi tío con mi mentón apoyado a mis manos -. Ahora ¿quién será el patriarca de la familia? Según la línea sucesoria, debería ser Luca, pero él no está casado y la tradición de la familia dice que debería ser mi esposo – pongo mi cabeza entre mis manos, comienzo a sentir una odiosa jaqueca -.

-Y tú, ¿dónde quedas en todo esto? – me mira levantando una ceja -. Porque alguna opinión debes tener sobre todo esto, eres una mujer inteligente Pía. Las cosas son así: ya no estamos en el siglo de tus abuelos, eres una mujer fuerte que puede con todo.

-Tío – sonrío y me pongo de pie para abrazarlo -. Sabes que nunca iría en contra de mi familia.

-Espero que no vayas en contra de la voluntad de tu padre, porque si hay algo para ti piensa que será tuyo, ni de Marco ni de Luca, tuyo. Y como tal, deberás hacerte cargo de eso.

Me voy hacia la biblioteca de mi padre, donde comienzo a buscar un libro que jamás encontraré allí, dando vueltas a las palabras de mi tío. Alguien llama a la puerta que está abierta y al posar allí mi vista, veo a mi amado esposo con unas lindas rosas blancas entre sus manos.

Me acerco a él y lo abrazo. Se inclina un poco hacia mí, me da un suave beso y me mira con sus ojos enamorados. Yo acuno su rostro con mis manos y le sonrío.

- ¿Son para mí? – pregunto apuntando las flores -.

-Son para la mujer más hermosa del mundo – me las extiende y yo me aferro a ellas, dejo que mis fosas nasales se llenen de esa exquisita fragancia, que me lleva a otra parte de mi tormentoso mundo interior, un pequeño rincón que se mantiene en paz, allí donde está mi esposo y su amor solo para mí -.

-Marco – le dice mi tío, extendiendo su mano derecha para saludarlo -. Me alegra ver que te esmeras en hacer feliz a mi sobrina.

- ¿Cómo no hacerlo? – le dice, mientras me acaricia una mejilla con el dorso de su mano -. Soy un hombre que no la merece, es perfecta.

-No digas eso, sin ti ahora mismo estaría perdida – me inclino un poco para darle un beso en la mejilla, sin dejar de lado el aromas de las rosas -. Bueno, me voy a por un florero para mis rosas y a preparar la mesa para la cena, con permiso.

Con una leve inclinación de cabeza me retiro y dejo a los hombres en el espacio íntimo de mi padre. Me voy a la cocina, donde Greta al verme entrar se apresura a buscar un jarrón para mis flores.

-Tranquila, ya lo hago yo. Necesito que preparemos la mesa, el señor Marco ya llegó – veo que saca cuatro individuales y cuatro platos -. Gretita… solo somos tres.

-Mi niña, lo siento – se lleva las manos a la boca y trata de ahogar el llanto. Greta es una señora de cincuenta años, que llegó a los diecinueve para cuidar de mí mientras mi padre trabajaba. Ella ha dedicado su vida por nuestra familia -.

-Tranquila, mi viejita linda – dejo las flores sobre el mesón y la abrazo, le acaricio su cabellera cada vez más gris -. Ya pasará, ya nos acostumbraremos a estar sin él.

-Ay, mi niña, yo debería consolarla a usted y no al revés -.

Solo puedo sonreír, me separo de ella y le doy un beso en su arrugada frente. Tomo las rosas nuevamente y las deposito en un jarrón de cristal liso, me voy con ellas hasta la sala de estar y las pongo en la mesita de madera caoba que está en medio de los enormes sofás estilo victoriano color beige.

Regreso a la cocina otra vez y me encargo de llevar los cubiertos y los individuales, mientras los instalo mi tío y mi esposo amado llegan enfrascados en una conversación muy seria. No le presto atención, porque sé que a mí no me incumbe. Me regreso a la cocina para terminar de trasladar las otras cosas.

Si bien tenemos varias muchachas en la casa, la cena me gusta prepararla yo, atender a mi marido es algo que me gusta hacer personalmente, porque hay detalles que le gustan diferentes. Como por ejemplo la disposición de los cubiertos, le gusta que estén todos juntos a su lado izquierdo, ya que es zurdo.

Yo llevo las ensaladas y Greta se encarga de las copas. Voy por el jugo natural, ya que a Marco no le gusta nada artificial, y la botella de rosé para mi tío. Tomo asiento y Greta trae los platos, ha preparado una rica carne en salsa de hongos acompañada de puré de papas y espárragos con salsa holandesa.

Mientras mi esposo continúa hablando con mi tío, yo me voy a mis pensamientos. Mi estómago se ha vuelto una pared, no consigo el apetito suficiente para continuar luego del tercer bocado. Sin darme cuenta, Marco ha detenido su conversación y cubre mi mano con la suya.

-Amor, debes comer un poco más. Te enfermarás si sigues así.

-Es que… no puedo, hay un nudo en mi garganta que me impide respirar con normalidad, imagina lo que sucede con la comida – mis ojos se nublan y los cierro, mientras respiro profundo repetidas veces para mantener la compostura. Yo sé que no le gusta que llore mientras comemos, le parece de mal gusto -.

-Querida, creo que debería visitar un especialista – doy un respingo ante la idea de ir a un psiquiatra -. No lo tomes mal, es una manera de ayudarte a procesar el dolor, tu padre fue tu único progenitor y sé que fue importante para ti.

-Le preguntaré a Camila si conoce alguno – suspiro y miro mi comida -. Pero no creo que consiga comer algo más que esto.

-Me temo que tendremos que llamar a Greta – señala mi tío con una mirada severa -. Ella siempre supo cómo conseguir que comieras.

-No será necesario – suspiro otra vez y vuelvo a comer -.

Cuando me llevo dos bocados más, ellos sonríen con aprobación y se sumergen en su conversación. A duras penas termino mi plato y al terminar, Marco me da un apretón con su mano en mi brazo, sin quitar la vista del rostro de mi tío que le explica los nuevos desafíos para la fábrica de telas.

Espero a que los hombres terminen, me pongo de pie y me llevo los platos a la cocina. Saco las copas de postre de la nevera, un rico suspiro limeño hecho por mí para terminar la deliciosa cena.

Pongo cada una frente a ellos, cuando tomo asiento suena el teléfono de la casa. Me pongo de pie rápidamente, porque a Marco no le gusta que suene mucho tiempo.

-Familia Cavalcanti.

- ¿Pía? Amiga, ¿cómo estás? – la voz intranquila de Camila me hace fruncir el ceño -.

-Camila estoy bien, pero ahora mismo estamos cenando.

-Oh, perdón. Contesta mis llamadas entonces, cuando ya estés desocupada. Te encontrarás con varias en tu celular.

-Jajaja, ok. Es lo que menos he tomado hoy, luego te hablo. Adiós.

-Adiós, querida.

Retomo mi lugar y me como el postre con la misma dificultad, pero esta vez nadie me dice que debo comer. Una vez las copas de postre están vacías, recojo todo excepto las copas de las bebidas. Al parecer la conversación está interesante, por lo que yo solo desaparezco en la cocina.

Greta se pone a lo del lavado de trastes y yo seco. Hacemos todo en silencio, porque no hay nada que hablar, nada que planificar para mañana. Cuando terminamos, me despido de Greta y me voy al estudio de mi padre.

Allí ordeno algunos documentos y la dejo con la puerta cerrada, expulsando el aire tratando de sacar la pena de alguna manera que quiere cernirse sobre mí. Subo hasta mi habitación y dejo la pijama de Marco sobre la cama, seguro pronto vendrá para cambiarse.

Me siento en mi tocador y comienzo el ritual de quitarme el maquillaje. Luego aplico cremas humectantes, recojo mi cabello en una coleta simple, me pongo mi pijama de pantalón y camisa de satén, me cubro con un albornoz y me voy a mi estudio.

Miro el lienzo en blanco, el mismo que puse en el atril esta mañana y que no fui capaz de pintar. Nada vino a mí, ni siquiera una mancha.

Estoy pensativa, con mi mano derecha apoyada en mi mentón, cuando siento que los brazos protectores de Marco me rodean.

- ¿Nada? – me susurra al oído y deja un beso en el lóbulo de mi oreja -.

-No pude…

-Deberías dejarlo unos días, hasta que el dolor haya pasado – me gira y sus ojos penetran mi alma como solo él sabe hacerlo -. Yo creo que estás esforzándote mucho por volver a la normalidad, pero debes entender que eso no será posible.

-Marco, no me digas eso por favor – mi voz es un susurro quebrado -.

-Pía, mi amor, tu padre murió en tus brazos. Por más fuerte que quieras ser para todos nosotros, primero debes sanar tu corazón, mi vida.

Y sus palabras son el detonante para esa represa de lágrimas contenidas. Un sollozo sutil se vuelve un grito desgarrador, mientras me dejo caer. Pero Marco no me deja caer sola, se sienta conmigo en el frío suelo de madera, abrazándome, acariciando mi cabello y dejando dulces besos en mi frente.

Cuando ya la garganta se me ha secado, igual que los ojos, él me ayuda a ponerme de pie.

-Vamos, quiero tenerte en la cama, así como me gusta, entre mis brazos con tu cabeza sobre mi pecho, para que puedas descansar.

Yo asiento débilmente y me dejo llevar por ese hombre que es mi salvación, seguro que con él de la mano podré volver a sentirme como antes, asumiendo que una parte importante de mí se fue hace unos días atrás entre mis brazos.

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