Capítulo 3: La Sorpresa de mi Padre.

Mi tío Piero se ha ido hace unos días para afinar ciertos detalles con el abogado de mi padre. Despido a Marco desde la puerta de entrada, aún con el pijama encima. Me ha pedido que me tome las cosas con calma y que pueda delegar más asuntos de la casa en las empleadas.

Haciendo caso a sus consejos y peticiones, me dirijo a la habitación con el fin de darme un baño de espuma para relajarme en el agua caliente. Antes de cerrar la puerta, Greta me llama y me dice que tengo una llamada de mi tío Piero, le digo que contestaré en mi recámara. Levanto el auricular y le digo a Greta que ya puede colgar.

-Hola, ragazza, te llamo porque ya tengo noticias de Giancarlo, el abogado.

-Perfecto, pero creo que eso deberías discutirlo con Luca o Marco, ellos son los hombres de la familia. Ellos deben organizar esas cosas.

-Cariño, te leo una parte de la carta que tu padre dejó para mí: “Piero, mi hermano, te pido que cites a Pía para que venga a Florencia junto a su hermano y su esposo, y den oído al testamento que he dejado para ellos”. Luego me dice que debes ser tú quien los organice, porque si bien ha sido una familia de patriarcado desde hace siglos, eres tú el tronco de este árbol.

-Pero… él nunca me lo dijo. Yo…

-Pía, Luca puede llevar la empresa, pero serás tú quien lleve la familia. Y tu padre siempre decía…

-Amor, familia, trabajo… lo sé. No lo entiendo, pero haré lo que fue su última voluntad. Gracias, tío.

-Por nada, princesa. Cuídate mucho y nos vemos en unos días. Te enviaré la información de la fecha de lectura, para que coordines los viajes.

Cuelgo y exhalo el aire que mantenía cautivo dentro de mí. Me voy al baño, negando con la cabeza todo esto que me está pasando. Mientras se llena la tina, agrego la esencia de rosas que tanto me gusta y me quito el pijama. Entro al agua que me llega a poco más arriba de los tobillos y me siento, dejo que el agua vaya subiendo junto a la espuma, apoyo mi cabeza en la tina y cierro los ojos.

Todo esto que mi padre ha dejado sobre mis hombros me tiene abrumada, porque a mí se me preparó para ser una dueña de casa, sumisa y dedicada a hacer felices a todos. No sé en qué momento mi padre me enseñó otra cosa. Ahora debo organizar todo lo del viaje, tendré que coordinar las agendas de Marco y Luca, espero que no se molesten conmigo por tener que hacer esto.

Cierro el grifo, ya que el agua ha llegado al nivel que deseo. Abro los ojos y los poso en la espuma, recuerdo las muchas veces que mi padre me dijo que nunca olvidara mi lugar como mujer de la familia. Sin embargo, antes de casarme yo era libre de hacer lo que quisiera, podía ir y venir, muchas veces fui a nuestra casa en Florencia.

Me gustaba pasear por la ciudad, pasar por el Ponte Vecchio, ir hasta la Piazza della Repubblica, para luego escaparme al Caffè Gilli. Pero siempre supe que eso se terminaría cuando encontrase al hombre de mi vida.

Marco llegó a la empresa como asistente del gerente de finanzas. Él con treintaiún años y yo con veintisiete, nos conocimos allí en una de las reuniones semanales para manejar el logro de objetivos de la empresa. Me cautivó de inmediato con su inteligencia, su piel trigueña y cabello oscuro, sus ojos café oscuro me envolvieron de inmediato. Todos esperaban a que terminara con algún modelo de mi departamento, pero jamás quise terminar con un rubio de metro noventa que se esforzaba para mantener su físico.

Salimos por un mes, luego iniciamos nuestro noviazgo y nos casamos al año de conocernos. Allí se terminaron mis viajes.

-A Florencia los pasajes, entonces.

Cuando el agua se ha vuelto tibia, casi fría, decido salir. Me cubro con mi albornoz de baño y me voy hasta el cuarto, saco un vestido de corte recto azul rey y busco los zapatos a juego. Elijo una chaqueta de manga tres cuartos de color crema, un cinturón dorado y me visto.

Me siento en el tocador, donde me aplico una crema humectante para luego aplicar la base de maquillaje y el resto de los aditivos para mi rostro. Mi padre siempre me dijo que no necesitaba ese estuco, pero a Marco le gusta y yo amo complacer a mi esposo. Dejo que mi cabellera rubia caiga sobre mis hombros con sus ondas naturales, me coloco unos sencillos aros con una perla en el centro y salgo de la habitación.

La soledad me pesa, el silencio que se ha instalado aquí hace que mis zapatos repiquen con un sonido demasiado alto sobre el piso flotante. Al menos la escalera alfombrada evita que el sonido me vuelva loca.

Tomo mi cartera del organizador que está en la entrada y llamo a Helen, una de las muchachas nuevas del servicio.

-Señora – me dice con una reverencia similar a la de la realeza, me hace sonreír -.

-No hagas eso, Helen, no somos reyes – se ruboriza un poco y prosigo -. Dile a Greta que saldré, que dejo en sus manos el almuerzo, que sea para tres, tal vez mi hermano venga.

-Sí, señora – hace un movimiento con la cabeza y se va -.

Tomo las llaves de mi auto, para irme rumbo a la empresa. Esto será muy duro sin papá allí.

Al llegar, Federico, el conserje del edificio, me abre la puerta con su singular sonrisa, yo le devuelvo el gesto, ya que lo conozco desde mi juventud. Paso por la recepción, donde me dan mi tarjeta de “visita” y sonrío, papá siempre me dijo que no la necesitaba, pero a mí me gusta dar el ejemplo.

Al llegar al último piso, donde están las oficinas de mi esposo y mi hermano, todos se me quedan viendo. Claro, mi padre no ha cumplido una semana fallecido y yo ya no porto el negro. Lo que no saben es que lo llevo dentro y amenaza con expandirse demasiado rápido.

Me voy directo hasta la oficina de Marco donde su secretaria, que me ve con los ojos muy abiertos, me dice que lo espere un momento, porque está ocupado en una reunión. Le digo que iré a ver a mi hermano para que le dé el recado.

No puedo creer que, no llevar negro, me haga parecer un monstruo.

Me voy a la oficina de presidencia pero veo la puerta abierta e intacta, ni siquiera las fotografías han sido quitadas. Veo a un chico del correo interno y le pregunto por Luca, me dice que está en su oficina, como siempre.

Voy hacia ella y lo veo sentado de espaldas, mirando la lejana precordillera nevada.

- ¿Quieres ir a la nieve? – se gira con una sonrisa leve, pero al verme bien su sonrisa se eleva más y se acerca para abrazarme -.

-Mia sorella… - me hundo en ese abrazo -. Que gusto verte tan radiante.

-Que bueno que tú no me juzgas – le digo separándome un poco para mirarlo a los ojos -. Todos me han visto con una cara de desagrado terrible.

-Marco me ha dicho como has estado, yo sé que sufres aquí – señala mi pecho con su índice -. Pero saldremos de esto.

-La oficina de papá, fui a buscarte allá.

-No, hermanita, esa oficina no se ocupará, al menos no por un tiempo – suspiramos y sonreímos -. ¿A qué debo la visita de mi hermana?

-Necesito hablar contigo y con Marco, es sobre la herencia de padre.

- ¿Herencia? – su cara es de duda y sorpresa -.

-Créeme que me quedé igual que tú cuando tío Piero me dijo, pensé que tu sabrías algo, como sucesor de padre.

-Bueno, pues no sé nada sobre una herencia. Yo sé de las propiedades a nuestro nombre y las acciones de la empresa aquí en Chile, pero nada de Italia, ven – me señala una silla y me sirve un vaso de agua -. Cuéntame lo que sabes.

Le digo lo poco que sé y que debemos estar allá la semana que viene.

-Eso es muy pronto, pero hablaré con mi asistente.

-Es muy linda – le doy un codazo leve en su costado y él finje que le duele -. ¡Te gusta!

-No – me miente descaradamente, yo lo fulmino con la mirada y sonríe -. Bueno, un poco. Es muy inteligente, risueña, servicial y está siempre pendiente de todo. Ayer me trajo un pastel para hacerme sentir mejor, por la tarde me pilló llorando y se acercó a abrazarme.

-Me alegro de que sientas esa leve conexión – le tomo la manos -, pero me gustaría que hicieras más.

-No puedo invitarla a salir, si es lo que sugieres, no sería correcto.

-Entre lo correcto y el corazón, elije siempre lo segundo.

-Me lo dice la voz de la experiencia ¿no?

-Claro, mírame, soy feliz desde hace cinco años, que conocí al amor de mi vida.

Reímos por las nuevas oportunidades que podría traer todo esto, cuando llaman a la puerta. Luca pide que entren y se asoma Marco.

-Amor… ¿qué haces aquí? – me abraza de inmediato y luego me mira con mi cabeza entre sus manos -. ¿Estás bien?

-Sí – le sonrío -. Vine porque necesito arreglar algo con los dos.

Tras explicar lo mismo que le dije a Luca, me dice que arreglará su agenda con su asistente de inmediato, ya que no puede ir en contra de lo que mi padre quería.

Me dejan la tarea que organice todo lo del viaje con las asistentes, amenazo a Luca para que vaya a almorzar con nosotros y, luego de una breve despedida de mi hermano, salgo acompañada de mi esposo hacia el corredor hasta el elevador.

-Te ves realmente hermosa – me dice apoyando su frente contra la mía y nuestros alientos se entremezclan -.

-Hueles a fresa – sonrío -.

- ¿Así? ¿Y eso le causa risa, señora Russo?

-Cavalcanti, recuerda que aquí no usa el apellido del esposo.

-Pero debería – me aprisiona contra su cuerpo -, así todos sabrían que eres mía.

-Solo tuya – me da un beso que hace que algo se despierte en mi interior, algo que lleva hibernando varios días -. ¿Te espero temprano?

-No, hoy llegaré tarde, debo ir a una cena con un futuro proveedor.

-Muy bien, invitaré a Camila entonces.

-Me parece perfecto, noche de chicas para que mi esposa recupere su sonrisa.

-Acerca de eso, por la tarde tengo cita con un psiquiatra. Camila me dijo que era excelente.

-Maravilloso, si quieres que te acompañe, solo debes arreglarlo con mi asistente.

-Gracias, pero creo que puedo solita – le doy un beso y lo miro directo a los ojos -. Pero por la noche te estaré esperando.

Le guiño un ojo y me alejo de él hacia el elevador. Solo niega con la cabeza mientras sonríe, se queda mirándome mientras se cierran las puertas.

Llamo a Camila para invitarla a pasar la tarde conmigo y a que me acompañe a cenar, pero tiene un compromiso previo que no puede postergar.

Me voy a casa, para preparar lo que falta para nuestro almuerzo familiar.

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