Un Amante para mi Esposa (Amores que Renuevan 1)
Un Amante para mi Esposa (Amores que Renuevan 1)
Por: Sofía de Orellana
Capítulo 1: Despedidas

*NOTA:

Esta novela es ficticia, producto de mi imaginación y lo que esta contiene no tiene relación alguna con la realidad (o lo mejor sí, pero no lo sabemos)

Pueden encontrar mis otras novelas, buscándome como Sofía de Orellana.

Ahora sí, vamos al capítulo ;)

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Capítulo 1: Despedidas

El cortejo fúnebre en honor a mi padre nos ha acompañado hasta la entrada del parque. Cuando llega el momento de trasladar el féretro al interior, Marco, mi esposo, y Luca, mi hermano mayor, se posicionan frente de los voluntarios. Los demás son socios y amigos de mi padre.

Massimo Cavalcanti era un hombre realmente amado. Fue un empresario exitoso y el mejor de los padres, que llegó a Chile siendo un niño de 10 años, a través de Argentina, y junto a sus progenitores y un hermano menor que murió años después de Tifus.

La historia de mi padre me ha llevado a aprender el negocio familiar desde las sombras, nuestro rubro se trata del diseño y confección de ropa, el talento de mi abuela que mi abuelo supo aprovechar para salir adelante. Su hermano mayor, el nono Gianluca, se encargaba de proveer telas desde Italia y mi abuelo, que también se llamaba Massimo, ofreció vestimenta delicada para los hombres y mujeres que querían vestir bien en esa época.

Mi abuela era una mujer inteligente, que aprovechaba hasta el más mínimo retaso de tela, aportaba los detalles más mínimos, que hacían cada pieza única. Pronto pudieron abrir una sucursal en la ciudad y poco a poco fueron formando un imperio, con tiendas en varios países del mundo.

Luego de 20 años, volvieron a Italia para establecer allí la fábrica, donde el nono Gianluca se quedó a cargo. Debido a que él no tuvo descendencia, cuando murió se hizo cargo mi tío Piero Castelli, un amigo de la infancia de mi padre y que era de su entera confianza.

Él es quien va conmigo, llevándome del brazo, con una cara deshecha del dolor. 

A pesar del dolor que significa perder a tu padre, el único progenitor que te quedaba, ya no me es posible derramar más lágrimas. Lo lloré desgarrando mi alma entera a través de esa oscuridad que te cubre, deseando querer irme con él.

El dolor más grande que tengo es que mi padre no pudo conocer a sus nietos, porque no he tenido hijos y mi hermano tampoco. Yo postergué los hijos para dedicarme a mi esposo y a la pintura, que es lo que más amo hacer. Mi hermano ha postergado su vida sentimental por aprender el negocio y apoyar a mi padre con el manejo de la empresa.

Hemos rechazado el carrito para transportarlo a su última morada, cada uno de los ocho hombres que lo llevan manifestaron que él merecía un traslado digno de cualquier monarca, porque nunca fue un hombre malo ni de dobles intenciones. Los seis desconocidos para mí hasta hace unas horas son hombres agradecidos de que mi padre les enseñara de negocios y los ayudara a impulsar sus empresas.

Sí, así era mi padre.

- ¿Qué haré sin mi hermano, ragazza? – me dice con dolor Piero -. Era muy joven aún, lleno de vida y con la salud de un toro… no me creo que de la nada un ataque al corazón nos lo arrebatara.

-Me siento culpable de no haberlo obligado a ir un médico, hace un par de meses que lo veía diferente – cierro mis ojos, pensando que las lágrimas llegarán otra vez, pero no lo hacen -. Tal vez estaría aún con nosotros si hubiese cumplido con mis obligaciones de hija, en lugar de perder el tiempo pintando.

-Oh no, cariño. Él siempre me decía lo hermosa que te veías cuando recreabas una imagen en los lienzos, el deleite que le significaba no tener espacio en su casa para albergar los cuadros que hacías para él.

Guardo silencio, porque me parece de mal gusto terminar hablando de mis pinturas en el sepelio de mi padre.

Pero a algunas de las mujeres de los socios no les es de mal gusto cuchuchear acerca de mí y mi falta de expresión ante la muerte de mi padre. Mi hermano no ha dejado de llorar, hasta Marcos ha derramado lágrimas durante el velatorio.

Lo que esas señoras de mal gusto no saben, es que vi morir a mi padre en mis brazos, sin poder hacer nada para detener el escape inminente de su alma. Se me fue como agua entre los dedos, solo tengo memoria de un grito de dolor, un llanto exagerado y un mar salado que cubrió su rostro apagado, sin vida.

No sé qué más puedo sacar de mí, me quedé vacía en ese momento. Ese hombre me enseñó a vivir con el dolor desde muy pequeña. Él lo soportó con estoicismo, ya que perdió a mi madre cuando yo nací. Siempre creí que era la culpable de que él se quedara sin compañera, pero cuando cumplí mis quince años él me dijo que mi madre sabía que eso podía p***r y que siempre apostó por mí. Él, al cumplir su último deseo, me amó de inmediato y se encargó de darme el amor de ambos.

Nada me gustaría más que conceder el espectáculo de una hija dolida, pero mi abuela siempre me enseñó compostura.

-Una mujer italiana es orgullosa, Pía. Nunca dejes que cualquiera te vea perdiendo la cordura, siempre digna y con la cabeza en alto.

Que bien me enseñaste nona, pero no pude aprender a enfrentar el dolor de quedarme sin mi padre, el progenitor que me quedó para cuidarme y amarme. Caminamos hasta la cripta familiar lo que me parece una eternidad, solo veo a mi hermano y a mi tío llorar, siento unos celos terribles de que ellos puedan sacar su dolor del corazón.

Ya me he hecho la idea de que me tendré que quedar con él por algún tiempo.

Cuando llegamos a la cripta, la misma casa gris con bellas letras cursivas que describen “Cavalcanti” en el frío hormigón, lo dejan reposar sobre una banqueta dentro de la misma. El cura le da la última bendición y mi hermano toma la palabra, al ver que no puede hablar me dirijo hasta él y le doy un abrazo.

-Tranquilo, Luca, estoy contigo hermanito – me separo y lo miro, le ofrezco un pañuelo -.

-Papá me mataría si me viera así – me susurra, yo niego con mi cabeza y le sonrío -. Hazlo tú por favor, sé que me corresponde por ser el nuevo patriarca de la familia, pero no puedo hablar de él sin quebrarme.

-No te preocupes, ya lo hago yo.

Le tomo una mano y suspiro. Cierro mis ojos y fijo la mirada en el féretro que será la última morada de mi padre.

-Massimo Cavalcanti llegó a Chile con 10 años, un par de pantalones, dos camisas, los bolsillos vacíos y muchos sueños por cumplir. Él fue quién ayudaba a su madre a cortar los patrones, a tomar notas y repartir los pedidos en las casas cercanas. Él supo lo que es p***r hambre y apuros, pero nunca dejó que sus cercanos conocieran esa realidad. Se hizo cargo de la empresa de sus padres con dos hijos bajo sus brazos, jamás nos dejó solos, nunca nos descuidó. Todo lo que recibimos de él fue amor – suspiro, porque tengo las lágrimas acumuladas y no quieren salir, el pecho me duele y pongo mi mano libre sobre el -. Y estamos seguros de que todos los aquí presentes no pueden decir nada contrario a mis palabras.

“Fue un hombre dadivoso, con conocimientos para todo el mundo, pero falló en solo una cosa… no nos enseñó a vivir sin él – suelto la mano de mi hermano y pongo mis manos sobre el ataúd -. Descansa en paz padre mío, porque te lo mereces después de haber luchado tanto en tu vida. Espero ser la mitad de la mujer que esperabas que fuera.”

Le doy un beso a la fría madera, como si fuera su frente. Mi hermano se acerca a mí para imitar mi gesto y Marcos me abraza por atrás. Yo apoyo mi cabeza en su hombro, mientras mi tío dice algunas palabras para él.

Luego, vuelven a levantarlo y lo ponen en el espacio reservado para él, justo al lado de mi madre, bajo mis abuelos. Sellan la lápida y me entierro en el cuello de mi esposo, esa es la señal de que nada lo dejará escapar de la maldita muerte que me lo ha arrebatado.

Uno a uno los acompañantes van dejando sus flores y su pésame. Algunos se quedan reconfortando a Luca, que está evidentemente dañado. Yo me quedo enterrada entre la calidez de mi amado esposo. Me encantaría que mi hermano tuviera un refugio, al igual que yo, tal vez así la muerte de nuestro amado padre no le hubiese golpeado tan duro.

Cuando ya todos se han ido, ha pasado más de una hora. Solo quedamos Marcos, Luca, mi tío, Camila (mi amiga) y yo. Nos sentamos en la banqueta y miramos las dos lápidas.

-Mañana haré los arreglos para que pongan su nombre y pagaré para que le pongan flores frescas cada semana – me dice Luca -.

-No – me mira con el ceño fruncido -. Las flores las traeremos nosotros.

-Pía, mira a mamá, es obvio que mi padre lo hacía para ella.

-No, él venía cada semana. La última vez que vino fue el domingo, yo misma vine con él varias veces.

-Yo… yo no sabía.

-Él sabía que estabas ocupado con la empresa. En cambio yo… solo me dedico a las tareas de la casa.

-Creo que ahora será necesario que nos comuniquemos más, tú eres todo lo que me queda en el mundo.

-Yo te apoyaré en todo lo que necesites, sobre todo en lo que se refiere a tu vida personal. Papá estaba preocupado de que dejaras p***r tu momento por el trabajo. Ya sabes lo que decía.

- “Amor, familia y trabajo” – decimos juntos, él suspira y me toma una mano con las suyas -. Creo que si viera todo esto… te dejaría a ti a cargo de todo. Tienes el carácter de un italiano.

-Estoy rota Luca – lo miro a la cara -. Algo se rompió en mí al ver a nuestro padre, entre mis brazos, morir sin que pudiera hacer algo. Todo salió de golpe y ahora tengo algo atorado en el pecho que me quema.

Me abraza mientras los demás, que han escuchado en silencio nuestra conversación íntima, se unen a ese gesto de desesperado consuelo. Nos hemos quedado solos, tras un imperio de la moda. Si no fuera por mi amado esposo, no sé qué sería de mí.

Nos ponemos de pie y caminamos hasta la salida del cementerio, cada quién toma su rumbo, me siento agradecida de que este hombre a mi lado no me ha juzgado ni me ha dejado sola ni un momento. Con su apoyo podré salir de esto muy pronto, al menos eso espero.

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